martes, 18 de agosto de 2020

Redondos en Santa Fe 1996

Viajes son amores

Hoy les quiero contar una historia que me sucedió cuando tenía apenas 25 años y ya me sentía viejo. Recuerdo que se estaba terminando el 96, era un diciembre agobiante en Buenos Aires y yo vivía ahí. El aire chorreaba humedad y bastaba con poner un pie en el subte para adelgazar varios kilos, metafóricamente hablando.

En ese entonces tenía una changa de cadete de tres o cuatro veces a la semana y caminaba 50 cuadras –o más, según el día- siempre con el walkman calzado y sintonizado en la Rock&Pop. Me conocía de memoria la música que pasaban y escuchaba con pasión los programas de Mario Pergolini y de Juan Di Natale, sin sospechar que años más tarde me iba a dar urticaria de solo oírlos nombrar. Es que la misoginia y el machismo que irradiaban tanto en la radio como en CQC hoy resulta tan retrógrado como los gags de Olmedo o Francella. Así y todo, gracias a la radio conocí mucha música a la que me hubiera costado llegar de otra forma: Morphine; Melingo; Willie Crook; Mano Negra; Los Visitantes y Los Piojos entre otros tantos.

Con Mauro a los 15

En ese tórrido diciembre me rapé la cabeza con la excusa del calor, pero algo estaba sucediendo conmigo indudablemente. Los sábados a la noche nos juntábamos a tomar algo con Mauro (alias Huguito); Breto y el Guille, mis amigos de siempre con los que todavía nos encontramos cuando la vida lo permite. Mauro y Breto siguen viviendo en Bs As, Guille en Madrid y quien suscribe en Concepción, así que es bastante difícil que podamos vernos los 4 – cuando estamos todos, más nuestras compañeras e hijos somos como 15 gentes-  pero a principios de 2019 lo conseguimos y fue una fiesta. Con los amigos de verdad siempre parece que uno se vio ayer, aunque hayan pasado siglos.


Blues de la libertad

Pero retomando el hilo, –y los que me conocen sabrán que lo retome demasiado rápido- en uno de esos sábados de whiscola y cerveza surgió la idea de ir a ver a los Redondos, que tocaban en Santa Fe el sábado 28 de diciembre. Al Guille no le entusiasmó la idea porque era el menos interesado en la música, pero nosotros tres nos embalamos enseguida. 

Los 4 amigos a los 40

Mi problema era que ya tenía mi entrada para ver a Los Piojos en Obras el día anterior -la presentación de Tercer Arco, un disco que escuchaba todo el tiempo- y los gurises querían viajar el viernes: pero acordamos que ellos me buscarían el sábado al mediodía en la terminal de Santa Fe y le metimos para adelante.

En esta época sería toda una osadía, pero en ese momento era lo más normal del mundo quedar en encontrarte en un lugar y realmente encontrarte. Sin celulares, sin ningún dato más que esa terminal y un horario aproximado, en una ciudad desconocida para los tres. El asunto es que fui a ver a Los Piojos el viernes y el sábado temprano me tome el ómnibus a Santa Fe, para ver a los Redondos que tocaban Luzbelito, pero más que nada para estar con mis amigos.    

Así es el calor

Cerca del mediodía llegó el ómnibus y los chicos estaban en la terminal sentados muy orondos, esperándome. Entre abrazos y preguntas sobre el show de los Piojos salimos caminando y enfilamos para la playa. Quien no haya estado nunca en Santa Fe desconocerá que allí la temperatura en verano es tremenda y la humedad no se queda atrás, tanto que supera largamente a lo que estamos acostumbrados en Entre Ríos o Bs As.  Por supuesto que eso no nos amedrentó: compramos pan, jamón y queso y cerveza y nos instalamos en la playa a comer, beber y conversar.

Los gurises habían conseguido alojamiento en una pensión deprimente a la que fuimos solo a dormir, y en la que amenazamos a Huguito con encerrarlo en el ropero a causa de sus ronquidos. Del show no recuerdo demasiado – ya pasó demasiado tiempo- pero sí sé que estuvo muy bueno: los Redondos recién habían pasado a la fase estadios, y era mucho mejor que lo que luego fueron esos shows monstruosos del Indio, que todavía cantaba súper bien y  nos hacía delirar con esos pasitos y giros encantadores que desplegaba con tanta gracia –y a cuentagotas- sobre el escenario. A contrapelo de lo que se decía en los noticieros para doñas y doños, en el lugar se respiraba una alegría contagiosa y los pogos eran solidarios de verdad, con la mano tendida que socorría rápidamente al que caía en el fragor del baile.

Seguramente todo habrá terminado con Jijiji y habremos desandado el camino al centro entre borrachines que celebraban haber sido parte de esa fiesta popular. Seguramente seguimos tomando vino malo y ya bastante ebrios habremos decidido dormir la mona, colorados por el sol santafesino y felices de haber celebrado una vez más la música y la amistad. Hasta la próxima croniqueta!!!!



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