martes, 30 de junio de 2020

Franco Fiorotto, músico


La trama de la murga

por Javi Kolker
Foto Jose Ca
Franco Fiorotto está sentado en el patio de su casa larroquense, comiendo mandarinas al sol con su sonrisa grande y contagiosa. Se intuye la tranquilidad llenando todos los espacios y el aire puro de su pueblo al que decidió volver luego de varios años de vivir en Concepción del Uruguay, donde  estudió profesorado de música,  dio clases en varias escuelas y participó en la  murga Manso guachazo.


De estudios

-¿Cómo fue para vos irte a estudiar a Concepción? ¿Sentiste mucho el cambio?

FF- Si bien fue un paso grande para mí, creo que no cambió mi forma de ser, mi esencia.  Por supuesto el hecho de ir a vivir a una ciudad nueva, donde no conoces a nadie, es algo así como empezar una hoja en blanco: sos libre de elegir a  tus amigos, de estar con quien realmente te sentís cómodo y entonces el tiempo compartido es importante. Por ahí cuando uno es más chico tiene a sus compañeros de escuela, a sus amigos del barrio, y a veces no importa cómo son (risas) son esos y ya está… Pero me di cuenta de esas cosas con el paso del tiempo, no mientras iban sucediendo.

¿Y en el aspecto musical?

FF- En lo musical si fue un gran cambio, porque la facultad  te abre un mundo increíble, infinito. También conocer gente del ambiente de la música te lleva a investigar estilos que tal vez nunca hubiera conocido de otra manera. 


Infancia

-¿Cuál fue tu primer contacto con la música?

FF-  No recuerdo algo en particular porque siempre  hubo música sonando en mi casa. Mi papá tocaba  la guitarra y nunca faltaban instrumentos alrededor. El cantaba en la iglesia y además cuando volvía de trabajar en la escuela -es profesor de física-química-  todos los días se sentaba a tocar un rato para descargar tensiones  (risas)

-¿Qué era lo que se escuchaba en tu casa?

FF-La banda sonora de la casa era el  folklore: Los Trovadores; los Carabajal; hubo una época muy fuerte de Los Nocheros. Pero mis preferidos eran Víctor Heredia, Jairo , Leon Gieco… también estaba presente el folklore uruguayo: Zitarroza, Los Olimareños, Larbanois Carrero y Quilapayun, Víctor Jara… era muy variado el repertorio (risas)

-¿Alguno de ellos tuvo influencia en tu forma de cantar?

FF-Yo quería cantar como Jairo, buscaba imitarlo y escuché mucho un disco con referencias bíblicas que se llama Estampitas. Ya en la adolescencia me volqué a cantar Spinetta, Charly García, Pastoral, Vivencia, Pedro y Pablo… buscaba cantar agudito y con fuerza.  Y más al final de la secundaria me copé con el rock: Divididos, Las Pelotas, La Renga, Los Redondos… pero el impacto de la voz de Jairo fue muy grande para mí, es una voz que siempre me transmitió mucho.

-¿Lo seguís escuchando?

FF-Lo dejé de escuchar porque no me gustó más ese estilo de música y porque dejé de compartir la cuestión ideológica. En ese entonces empecé a interesarme más en lo que decían las letras y eso me llevó a dejar de lado algunos artistas y prestar atención a otros.

-¿Qué música es la que más te llega hoy?

FF- Hoy en día escucho más que nada murga y varios cantautores uruguayos: Pitufo Lombardo, Pinocho Routin; Jaime Roos; Drexler. De acá me encanta Lisandro Aristimuño; Juan Quintero… Siento que abrí más el abanico y ya no tengo un solo artista como referente. Pero según mi modo de ver, la música uruguaya está en pleno florecimiento, tienen la posta.

-¿Te acordás de la primera vez que te subiste a un escenario?

FF –Para mí el primer escenario fueron las fiestas familiares: somos 18 primos y todos cantamos, entonces los encuentros  siempre  tenían una guitarreada final con voces y bombos, se hacía percusión con cualquier cosa... vasos, platos, tenedores. El único instrumento real era la guitarra. Todos cantan en la familia: mis primos, mis tíos, mis abuelos, mis padres.  Algunos componen canciones; mi hermano tiene su banda (A lo perro) y compone, toca la guitarra… Ahí empieza todo.


Canciones propias

-¿Cómo fue que empezaste a componer?

FF- Al principio hacía música instrumental. Hubo un tiempo en que me dediqué mucho a la guitarra, porque me compré una de luthier (hecha artesanalmente)  que me enamoró, me tenía cautivado y me incentivaba a probar sonoridades y afinaciones nuevas. De todas las cosas que hago lo que me da más felicidad es sentarme a cantar con la guitarra. Recién al tiempo me picó el bichito de escribir canciones.

-¿Antes no escribías?

FF- Yo siempre escribí pero por el solo hecho de hacer trazos sobre el papel, con lapicera… más  allá de lo que escribiera me gustaba esa sensación. Escribía y después tiraba todo (risas) Más adelante me puse a escribir algunos cuentos fantásticos o con algún mensaje… y recién después surgió lo de las canciones.

-¿y la primera canción que escribiste?

FF- La primera canción la escribí en el balneario Itapé, con la guitarra nueva. Me fui una de esas siestas de verano de mucho calor con la libreta en la que siempre escribo. Me acuerdo que no había nadie en la playa, y me salió escribir sobre la gente que vive en la calle, algo que no había visto en Larroque. Siempre hablo de cosas que me apenan o me conmueven de alguna manera… no he podido escribir cosas alegres aún.

-Pero no tenías tu propio grupo

FF- Nunca estuve en una banda fija hasta que me sume a Manso Guachazo en 2011. Y ahí me quedé hasta que volví a vivir a Larroque.


Trama y murga

-¿Cómo fue tu participación en la murga?

FF-La murga me dio la posibilidad de encontrar personas con las que debatir ideas; de decir y  que te digan en la cara cuando no coincidís en algo, de valorar ciertas actitudes. Me gustó más haber participado en ese grupo, con esas personas  que me dieron su amistad genuina, que el hecho de estar en una murga en sí. Lo de compartir un escenario es muy lindo, pero si me tengo que quedar con algo  me quedo con lo que te decía antes: los conceptos que se debatían hacia adentro;  lo que se decía en las letras y el grupo humano. Musicalmente aprendí cuando empecé a participar en los arreglos corales, pero –de nuevo- lo más lindo era juntarse a discutirlo.

-Contanos un poco de La Trama.

FF-Cuando me volví a Larroque formé La Trama y ahora estamos en plena edición de un disco… ya lo tenemos grabado. El disco tiene diez canciones de las cuales 9 son nuestras y yo  compuse  las músicas y las letras.  También grabamos un cover de los Beatles: Eleanor Rigby–que es casi todo instrumental- y que salió hace poquito en las redes.

-¿Cómo es esta nueva etapa?


FF-La Trama es un proyecto musical que estamos construyendo. Yo siento que tengo la responsabilidad de la composición, de la estética, de lo artístico y es un desafío grande, que me costó horrores encarar. Cuando los llamé a los gurises para proponerles hacer una banda transpiré como loco para decirles lo que quería. Necesitaba  que se entienda que iba en serio, que  había que comprometerse  en los ensayos, en el estudio de las canciones.  Ahora  estamos en la búsqueda de mejorar el equipamiento, de ponerle una impronta más profesional a la que estábamos acostumbrados. En ese camino estamos.

Para escuchar


martes, 23 de junio de 2020

Mi amigo Da Sil


Amigo, poeta, murguero
 por Javi Kolker
Este es un momento triste, pero la historia, nuestra historia, está llena de momentos alegres. Imposible pensar en Carlitos  Da Sil –así me gusta llamarlo- sin alegría.
Y nuestra historia junto a él empezó así. A mediados del 2015 una compañera de la murga me vino a decir que lo invitara a Carlitos: “Es afinado –dijo la Vero- y le gusta cantar. Seguro te dice que sí”. Yo intuía que la cosa no iba a ser tan sencilla como ella la pintaba pero igual le escribí por Facebook. Necesitábamos segundos (los que cantan grueso vio?) y aunque éramos amigos en las redes no nos conocíamos en la vida real. Pero como vaticinó la Vero, y a pesar de mis prejuicios, Carlitos dijo que sí.
Como se dice en el boxeo, los primeros rounds fueron de estudio. El tipo me observaba y yo también a él y al mismo tiempo tratábamos de agradarnos. Años más tarde, ya amigos de verdad, un día me soltó de golpe: “Mira que me animé a venir Javi Y eso que me habían dicho que eras la mano derecha de Hitler”; a lo que no tuve otra opción que responder: “Ahora sabes que te estaban diciendo la verdad” y soltamos la carcajada.


Con todo respeto

  Cuando Da Sil se incorporó al Guachazo estábamos ensayando nuestro quinto espectáculo, Con todo respeto, y ya faltaban tres o cuatro meses para estrenarlo. Así que el muchacho tuvo que hacer un curso acelerado de murga (o mejor dicho del Guachazo) y comprometerse a venir a todos los ensayos, cosa que cumplió a medias… pero ya nos había ganado el corazón.
Cuando llegó el momento del pre-estreno - que se hizo en una escuela de Larroque, un evento que organizaban para recaudar fondos- se dio una situación que lo pinta de cuerpo entero: un ratito antes de subir a cantar Carlitos me llamó a un costado y me dijo con su mejor cara de preocupación: “Javi, me olvide de todo! De las letras, de la puesta en escena... estoy descompuesto”. “Cuando te subas al escenario te vas a acordar y se te van a pasar todos los dolores... quedáte tranquilo” le dije entre risas. Al ratito de subir ya se había olvidado de sus miedos y se abocaba a lo que mejor sabía hacer: disfrutar a pleno y poner el cuerpo y el alma en lo que le apasionaba.


Leonard Floyd

  Otra cosa que le apasionaba era hablar de sus músicos preferidos: Pink Floyd y todo lo que derivara de la banda (Roger Waters y David Gilmour como solistas) y Leonard Cohen. Se entusiasmaba a lo loco contando detalles de sus vidas, de cómo se habían grabado los discos, de a quien estaba dirigida tal o cual canción. Como sabía que a mí también me gustaban esos artistas -aunque no con su mismo fervor- buscábamos los momentos para hablar... en los ensayos. Así que más de una vez fuimos apercibidos por la directora para que hagamos silencio, con justa razón.
Tuve la fortuna de hacer un precioso viaje para ver a David Gilmour en Buenos Aires, junto a mi compañera, él y Carlos Arlettaz y no creo equivocarme si digo que disfrutamos más del propio viaje que del recital, que terminamos viendo en la pantalla más que en el escenario.  


Hijos y crianzas

  Un tema que siempre aparecía en las charlas era el de sus hijos, por los que tenía devoción. Siempre tratando de ayudarme con los míos, de aportarme su mirada y su experiencia en la crianza, en la convivencia. Más de una vez antes de ensayar recibíamos un mensaje: “estoy con los gurises –podía ser uno o los 4- pueden ir conmigo?. Se portan bien”... y así venían y se quedaban sentados a un costado y a los pocos ensayos la Luchi estaba cantando las letras y hasta bailando con una sonrisa preciosa.
Una vez charlando en casa –hace no tanto tiempo- nos contaba una anécdota como solo él podía contarla: “Resulta que Ezequiel me pide plata para cortarse el pelo y le doy $100. Ahí nomás me dice que necesita $300... ¿300?? le digo... yo me corto por $50... Vos podes creer que levanta los ojitos y me mira la cabeza... y no me dice nada. Pero solamente con esa mirada me estaba diciendo... y claro! con razón te cobraron $50”! Y ahí estuvimos tentados un rato largo, sin poder parar de reírnos.


Murga alma y vida

  Hemos conversado con varios compañeros de este tema, largo y tendido. En el Guachazo suceden cosas intensas, fuertes... tanto que el tiempo pasa lento y a lo mejor dos años parecen muchos más. Son horas de ensayos, horas de pintarse antes de los shows, horas de hacer trajes...en muchas ocasiones los vínculos que se crean son más fuertes y rápidos que en otra actividad. A veces parece que te conoces de toda la vida y no es así.
Da Sil participó en solo dos espectáculos de la murga, pero nunca se fue... siempre estaba llegando como Troilo. No se fue del grupo de Whatsapp; no se fue de los cumpleaños, ni de los festejos, ni de los estrenos.  Todos los años volvió a ensayar, y la vida no le dejó tener continuidad... Por suerte siempre quedó claro que podía volver cuando quisiera y de la forma que quisiera.
Es que para estar en Manso Guachazo es necesario comprender que el trabajo es siempre colectivo, nunca individual. Que lo importante es el grupo, nunca el lucimiento personal. Que hay que poder sostener abajo del escenario lo que se pregona desde arriba. Eso es lo que pedimos, aunque no de manera explícita (no se le entrega un manual de reglas al que llega, pero con el andar se va aprendiendo que es lo que queremos como grupo... y no a todos les gusta esa forma y esa exigencia).
Carlitos lo entendió siempre, sin esfuerzo y sin necesitar explicaciones de ningún tipo. Era uno de los nuestros, por eso no es casual –y si es un orgullo- que en estos días recibamos mensajes de montones de gente, saludándonos como si fuéramos su familia... y de alguna forma lo somos, porque los amigos son la familia que se elige y porque siempre recuerdo lo que un día me dijo: “voy a ser un guachazo toda la vida, Javi”.


Amistades bellas y fuertes

  No soy de romantizar la muerte. No creo que mejore a las personas. Cuando lo fui a visitar por última vez, sentados en el patio en reposeras -“veni Javi tengo yerba uruguaya” fue el mensaje- me dijo que nunca se les había ocurrido –así, en plural- ponerse a llorar, ni entregarse.  Le dije que admiraba su valentía y me preguntó “te parece que soy valiente?”.
No me quedaron cosas en el tintero. Hace rato que cada mensaje terminaba con un “te queremos mucho, amigo” y el nos respondía igual. No hizo falta la enfermedad para que pudiéramos expresar nuestros sentimientos.
Ese día que fui a su casa yo estaba en la bicicleta, y había llevado la guitarra para cantarle una canción que escribí sin saber por qué –como siempre me pasa- pero que resultó ser para la gente que lucha, para la gente como él. Se la canté con toda la timidez que me produce el cantar cara a cara, para poca gente. Me dijo que le gustaba para canción final de murga. Esta es la letra.

A tu salud

Los sueños que aprendimos a soñar
El árbol que plantamos en el campo
La vida que germina una vez más
Y siempre vamos a brindar nuevamente a tu salud

Los juegos que aprendimos a jugar
La fuerza para nunca entregarse
La risa que germina una vez más
Y siempre vamos a brindar nuevamente a  tu salud

Con la alegría como estandarte
La vida siempre será mejor
Con el abrazo de los que amamos
Y la belleza de la canción

Tengo muchas más historias para contar, muchas vivencias compartidas y una tristeza que no sé como sacarme de encima. Me enojo con el destino, me enojo con el mundo y no me enojo con Dios porque no creo que exista... pero veo la fortaleza de su compañera, de sus hijos, de su familia y no puedo menos que pensar lo afortunado que soy de haberme cruzado en la vida con una persona como Carlitos Da Sil. Abrazo fuerte amigo... te vamos a extrañar siempre.


Algunos de sus compañeros de murga y amigos, quisieron dejar algunas palabras para Carlitos.





martes, 16 de junio de 2020

Discos son amores. Ey de Fito Paez

por Javi Kolker

Soy de la generación que escucha discos. No solo que los escucha sino que además los compra. Ojo. No soy de la generación que nombra a los discos o las canciones en castellano (ni loco le digo Humo sobre el agua a Smoke on the water o El lado oscuro de la luna a the dark side of the  moon) que quede claro. Esa gente es un poco mayor que yo.  La  explicación que le encuentro a este flagelo (chiste) es que en su época de juventud en Argentina los discos venían con los nombres traducidos.
Esa generación es la que se juntaba a escuchar los vinilos en la casa del que tuviera tocadiscos,  la que pasaba tardes enteras  en una pieza - a veces sentados en el suelo, a veces en una cama- alucinados por el último de Zeppelin o de Aquelarre.
Mi generación es distinta, pero también escucha discos enteros. No entiendo cuando me dicen “escuchaste la nueva canción de Charly?”… ¿Cómo la nueva canción? ¡Quiero escuchar el fucking discoooo!!
Hoy les voy a hablar de un disco en particular o más bien de un artista, pero no quiero analizarlo, sino más bien contarles lo que los relaciona con mi vida.

Ey adolescencia

Hacía más de un año que iba a aprender guitarra con el Belle. Más que guitarra, iba a aprender canciones. En esa época estaba bastante fanatizado con Silvio Rodríguez  -escuchaba a más no poder el disco en vivo en Argentina junto a Pablo Milanés-  y Ojalá era la punta de lanza de ese registro, así que fue la primera canción que quise saber. Yo tocaba un poco la guitarra pero no tanto como para aprender ese tema, y el Belle me lo dijo, pero me empeñé y conseguí interpretarlo bastante decentemente. Al principio  las clases eran en  mi casa, pero después de un tiempo me pidió si podía ir a la suya: todos los alumnos iban ahí, y se había armado como una sala para tocar y dar clases. 
Lo de la sala era verdad, pero en el verano nos sentábamos en el patio de esa casona vieja que compartía con otros amigos músicos, y entre cigarrillos y algún vino –de él-  íbamos buscándole la vuelta a la canción que yo quería aprender ese día.
Si yo llegaba con una de moda, tipo Cuanta mina que tengo de Copani, él se las arreglaba para burlarse de eso y por ahí te  cantaba “cuantos monos que tengo, cuanto moño que tengo”.  Pero a veces me sugería canciones y así termine tocando Será que la canción llego hasta el sol, Tema de Pototo y Muchacha ojos de papel de Spinetta,  Seminare de Serú Girán y Un rosarino en Budapest, del primer disco de Fito Paez.
Fan declarado de esos artistas y de varios más,  con su banda tenían que tocar covers de rock nacional de moda para laburar en los bailes y las fiestas. La banda sonaba súper bien y tocaban mucho Soda Stereo, Virus, y cuando querían que la gente descanse o se vaya a tomar algo metían una de David Lebón, que era lo que les gustaba de verdad.
Volviendo a la casa del Belle, me acuerdo que ahí siempre sonaba música  y había casettes desparramados por todos lados. Así fue que un día, cuando la clase se terminaba me dijo “Llevate este cassette, Javier”… y me alcanzó Ey, el álbum de Paez editado hace poquitos días.
Por algún motivo que no recuerdo no lo copié entero. Seguramente debía devolverlo al día siguiente, lo habré escuchado por arriba y mi cabecita de niño de 16 (1988) eligió las canciones más pegadizas o algo así. Lo cierto es que Ey sigue siendo uno de mis discos preferidos de Fito al día de hoy. Recuerdo haber escuchado cientos de veces canciones como Solo los chicos; Polaroid de locura ordinaria (basada en un relato de Bukowski, explicaban las revistas de la época); Por siete vidas (Cacería) y Canción de amor  mientras tanto y no recuerdo tanto las demás… me da la sensación de haberlas descubierto más tarde, cuando ya era fan del rosarino y había comprado todos sus CD.

Pasaron cosas

En el 89 terminé el secundario y me fui a estudiar a Buenos Aires sin saber muy bien por qué lo hacía.  Un amigo de Rosario se había ido a vivir allí por trabajo y nos veíamos seguido. Él tenía grabado el siguiente álbum de Fito, Tercer mundo, y  cada vez que iba a su casa el cassette se escuchaba de un lado y del otro durante todo el tiempo que duraba la visita… así que me lo aprendí casi de memoria.
Ya en el 92 salió El amor después del amor y se desató la Fitomanía: a cualquier departamento, cumpleaños, fiesta, etc., que uno fuera se encontraba con ese disco. Una y otra vez y otra vez más,  el rostro de Fito y sus larguísimos rulos negros nos miraban desde la tapa de El amor… y toda la historia de su romance con Cecilia Roth, y un vestido y un amor y la mar en coche. Invadían el éter como si de una plaga bíblica se tratara. Para ese entonces yo había descubierto que los artistas tocaban en teatros en Buenos Aires –en el interior casi no llegaban músicos de renombre- y que se los podía ir a ver con el simple hecho de sacar la entrada. Así que estuve en la presentación del disco en el Gran Rex, al año siguiente en un recital para la UNICEF en Vélez y después lo vi en unas vacaciones brasileñas en Canas Vieiras, etc.
Mi colección de CD se iba agrandando y ya tenía casi  todos los de Fito: Del 63, Lalala, Ciudad de pobres corazones, Ey, Tercer mundo, El amor después… no compré Giros porque la mayoría de las canciones estaban en un compilado llamado Crónica que fue el primer CD que tuve junto a Rattle&hum de U2 y que aún conservo. Pero sí lo compré más adelante para subsanar el tremendo error de no tenerlo y de perderme algunas canciones memorables como Taquicardia o  Alguna vez voy a ser libre.

Fito beat

Fue mucha la expectativa para con Circo beat –el disco post El amor…-, pero creo que todos los fans nos vimos bastante defraudados a pesar del empeño que le pusimos para que nos gustara. Más allá de la canción para el Negro Olmedo, Mariposa tecnicolor y algunas otras buenas piezas, el disco era bastante inferior a El amor (el  más vendido de la historia del rock nacional hasta hoy). A partir de entonces salieron muchos discos nuevos,  pero a excepción de Abre y Naturaleza sangre ninguno logró cautivarme –siempre había alguna que otra canción buena, claro… estamos hablando de un maldito genio- y solo volví a ver a Fito en vivo un par de veces que se arrimó a la zona: en Colón y en Paysandú.

Poco después llegó a nuestras vidas –la mía y la de mis amigos- el rock barrial (o chabón) de la mano de Los Piojos,  las fiestas del Condon Clu en la Federación de Box  donde veíamos tocar a Las Pelotas; los Obras de Divididos y los estadios de los Redondos. Pero eso ya es otra historia.


https://www.youtube.com/watch?v=9JoS4_7t9zs&list=PLWVo2tank-zy0TmThcO5cIW7OD-ZVbfPO

martes, 9 de junio de 2020

Hugo Luna, poeta uruguayense


“Siempre sentí la poesía como una militancia”

por Javi Kolker

Cuando Hugo Luna habla, la sensación que deja es que sopesa la importancia de cada palabra, de cada silencio, de cada pausa. No debería sorprender ya que se trata de un hombre dedicado a la escritura, a la poesía, alguien que se nutre tanto de la palabra como de los espacios en blanco que flotan en el aire y en sus textos. “Lo único que le requiero a un texto es que me enganche, que me seduzca. Leo lo que me da placer, lo que me conmueve, y eso pasa con la buena literatura y con la buena poesía, con la palabra bien jugada” dice Hugo.

Lecturas

-¿Lees tanto poesía como prosa?

HL- Leo más poesía, pero tampoco es menos cierto que esa prosa que se te hace imposible dejar es tan intensa como la buena poesía. En la narrativa me interesa el estilo de una Clarice Lispector, (ucraniana-brasileña; 1920-1977) escritoras de ese fuste, con esa profundidad.

-¿Como comenzó tu relación con la poesía?

HL- Yo arranqué leyendo a los franceses, a los surrealistas, aunque tal vez la primera poesía que me haya conmovido sea la del rock -más que nada  Aquelarre; Spinetta; Vox dei en un principio- que fue llevándome hacia una búsqueda….uno pensaba “acá está pasando algo”. A partir de ahí empecé a jugar, a buscar por los pasillos de las bibliotecas.

-¿Había biblioteca en tu casa?

HL- Mi padre tenía una biblioteca  pequeña, -200 o 300 libros- y cada vez que cobraba su sueldo compraba en la librería de Sylvestre, que todavía está abierta….era la única que le fiaba. El  toda la vida fue empleado municipal, con un salario muy magro, y compraba los libros de editorial Losada que era lo que podía permitirse. Así se fue haciendo de una biblioteca con lo mejor de la literatura argentina, que le apasionaba.

¿Y como eran esos juegos de la niñez en la biblioteca?
HL- Jugábamos a que yo adivinara quién era el autor de un libro, incluso por ahí a saber de qué se trataba. A muchos de esos libros no los leí, pero si hurgué en la poesía y de ese modo me junté por primera vez con un libro de Roberto Juarróz (1925-1995). Yo era muy joven -estaba saliendo de la adolescencia- pero recuerdo que me sorprendió esa manera de decir de Juarróz, que después descubrí era una constante en el, la estética de ese enorme poeta.
-¿Recordás el nombre de ese libro?
HL- El libro era la Tercera poesía vertical (1965) que tenía un prólogo de Julio Cortázar, en una edición muy modesta. Eso fue un antes y un después para mi, una bisagra. En ese libro hay poemas que hasta hoy me acompañan, porque si algo tiene la poesía –como dice Juarróz- es que crea presencia y se queda con vos para siempre.

De padres e hijos

-Contáme algo más de tu padre

HL-Mi padre entró a trabajar en la municipalidad abriendo zanjas, en la década del 60. Era uno de los que hacía zanjeado de calles y los primeros cordones cuneta que se hicieron para darle el calce. Además era poeta. Un día el intendente de entonces lo hizo llamar para preguntarle porque estaba haciendo ese trabajo: sabía que era asmático y también que tenía una enorme lectura. Si bien papá tenía quinto grado estaba muy formado en literatura – sobretodo argentina, pero también universal- y se la pasaba escuchando música clásica por las radios de onda corta y por radio Nacional. Eran las radios viejas, eléctricas, que tenías que prenderlas y esperar que calentaran para largar el sonido.

¿Compraba discos también?

HL- Claro. Compraba en la disquería Don Argentino Suarez que también nos fiaba, música clásica principalmente. Por supuesto que adoraba el tango y también el folklore nuestro, el jazz - más bien del estilo de las grandes orquestas tipo Benny Goodman- el be bop…tenía una gran apertura por diferentes géneros musicales. Yo de adolescente le hacía escuchar cosas de Charly García o de Pink Floyd que le gustaba mucho. Era un tipo muy especial mi padre y yo le debo mucho a él,  con ese criterio tan abierto y tan respetuoso para con el otro.

Influencia

-¿Qué escritores sentís que te influyeron, que te dieron deseos de escribir?

HL-Muchos poetas franceses como René Char (1907-1988); Paul Éluard (1895-1952).También los nuestros: Juan Gelman (1930-2014), Raúl González Tuñon (1905-1974). Hay una generación de poesía argentina que es impresionante, con voces que nos van a acompañar toda la vida y que nos han marcado. Hay poetas entrerrianos como Alfredo Veiravé (1928-1991); Luis Alberto Ruiz (1923-1987); Juan L Ortiz (1896-1978) que es un ícono necesario en la poesía argentina... uno podría hacer un listado enorme.

-Se nota que disfrutás tanto de la lectura como de escribir

HL- Por supuesto. Yo creo que a la poesía uno debe leerla desde la desnudez, no desde el prejuicio del nombre del poeta que va a leer, sino del texto. No debe haber cosa más bella y conmovedora que leer un poema y que te den ganas de escribir, y que a veces sin darte cuenta estés usando un verso de eso que leíste para escribir lo tuyo… y cruzarlo en una forma dialogal con el otro poeta. Cada vez que leo ese tipo de poesía –intensa al estilo de Antonio Porchia (1885-1968)- me quedo cautivado. Por ahí lees un poema aforístico de Alejandra Pizarnik y cerrás… decís hasta acá. Cuando leo un poema de esos cierro, y eso es como una campana que me queda resonando todo el día. Es como si fuera un sueño del que uno se despierta y durante buena parte del día queda atravesado por esa atmósfera onírica. La poesía tiene ese poder de revelar y de conmover y a veces con un solo poema te alcanza para decir “bueno… ya leí… otro día sigo”

-¿Ves cine? ¿Escuchás música?

HL-Sí. Es muy difícil que alguien pueda hacer música si no mira cine, si no lee… alguien que haga cine y que no le interese la pintura o la fotografía o que la música y la literatura le sean ajenas. Creo que todas las disciplinas artísticas se nutren entre sí.

-Tu escritura tiene influencias de otras ramas del arte entonces.

HL-Claro. Para mí el cine ha sido una enorme fuente de inspiración y tengo una cantidad de poemas nacidos a partir de películas de Andrei Tarkovski (1932-1986) o de Ingmar Bergman (1918-2007), del cine social italiano o el español. Y con la música es lo mismo, hay discos maravillosos que te inspiran: recuerdo uno de Litto Nebbia -Toda canción será plegaria- con letras de Mirtha Defilpo, la poeta cordobesa ya fallecida, que fuera su pareja.

El arte siempre te mejora…

HL-Es imposible que las artes no te enriquezcan. ¿Cómo no te va a enriquecer una pintura? Para aquellos que siempre hemos tenido un interés muy fuerte en lo que representa el arte como forma de conocimiento, de ver el mundo,  es muy difícil sustraerse a su influencia.

Redes sociales y modernidades

-¿Qué tal te llevas con las redes sociales como instrumento?

HL-Creo que las redes han desplazado la figura ególatra y de faro iluminado del poeta. Se ha horizontalizado la cosa. Hoy muchos poetas premiados y de renombre están ahí, uno puede hablarles -después te pueden contestar o no- y eso no era tan habitual tiempo atrás. En el mundo de la cultura la distancia entre el artista y el público ha sido una constante.Yo creo que las redes son piolas, que abren el juego….se pueden leer muchas cosas muy buenas. Por supuesto que hay de todo, pero si vas a una librería a comprar un libro, también hay de todo. Creo que no hay que ser  fundamentalista… y te lo digo yo que nunca he sido una persona muy tolerante (risas)

-¿Cómo vivís este encierro de cuarentena?

HL- En este escenario de encierro también estoy escribiendo. Uno no puede sustraerse de la realidad, el aire viciado esta jugado en un montón de textos que voy compartiendo precisamente en las redes.

Trayectoria

-¿Cómo ves tú trayectoria?

HL-Ni con anteojos (risas). No sé si tengo una trayectoria… eso no lo puedo decir yo. Es verdad que he publicado muchas cosas; que he sido muy desprolijo, que  escribo constantemente Siempre sentí la poesía como una militancia, con cierta urgencia.

No sentís que hiciste una carrera…

HL-La verdad es que nunca pretendí hacer una carrera de poeta. Yo creo que en estas cosas pasa como en la vida misma: es muy raro que si vos no te propones llenarte de plata, te llenes de plata. Si querés ser exitoso no va a venir el éxito a golpear a la puerta de tu casa, tenés que poner mucho de vos mismo. No se trata solo de escribir, Independientemente de la calidad de los poemas. Creo que hay que saber acompañar, saber vender, saber jugar en los espacios donde se manejan esos intereses.

- ¿Y si te preguntan para qué escribís cuál sería tu respuesta?

HL- Que para mí la poesía es una forma de vida. Una vez a Cortázar le preguntaron: “usted ¿para que escribe?” Y él respondió “para que me quieran un poco más mis amigos”. Yo siento la poesía desde ese lugar; es una apelación al otro, una forma de amor.

Hugo Luna publicó No nada nunca (1994) (con Alejo Carbonell “una serie de poemas que hicimos por nuestra cuenta, vendimos antes y después imprimimos”); En la nieve(2006); Solo claridad (2010) El apetito de la belleza (2015); Antes del pájaro, después del pájaro (2016) Reflexiones de un cisne (2017).


Inéditos X dos
hola vacío
buenos días
hay un cielo pleno
ahí afuera
el eco de un murmullo
un balbuceo de sueño
ladran perros
el aire acelera sus motores
inútilmente
los pajaritos están lejos
pero cantan
cantan para vos

está en el origen cantar



me gustan los poemas sueltos
tal vez no sean ni poemas
pero
se les nota felices -en lo que son
tal vez
no lo sean del todo
y solo sonrían por compromiso
pero a quiénes les deben algo?
yo creo que sonríen
cuando ven a las palabras
saltar como ovejitas
por afuera del campo
de concentración
y revolcarse
en la gramilla

Para seguir leyendo




martes, 2 de junio de 2020

Pato Pérez, cantautor



Buscando la propia voz

por Javi Kolker

  A las canciones del Pato Pérez las podemos escuchar prolijamente grabadas en su disco debut, Era un cuento, con una banda de grandes músicos y con varios hit potenciales que podrían sonar en cualquier radio sin miedo a desentonar. Pero este cronista ha vivido también la otra cara de la moneda: ver al Pato en vivo se ha convertido en una experiencia muy interesante donde las canciones se transforman, las melodías mutan de show en show y  la música respira como si se tratara de un ser vivo.
Un cover de Fernando Cabrera se mete entre una de sus nuevas canciones, de pronto una perla desconocida de Eduardo Mateo, o una versión rockeada de Peoncito de estancia, nos pueden sacar de la comodidad y transportarnos a otro lugar.
“Cuando se graba una canción en un disco se la toma  como la versión oficial, pero la misma canción puede estar en otro lugar, ser distinta. La grabación es solo una foto de ese  momento. Algo parecido pasa cuando vas a interpretar un tema ajeno: yo creo que tenés que hacerlo tuyo, darle tu personalidad, apropiártelo…” dice el Pato convencido.

-¿Sentís que encontraste una voz propia?

PP- En el camino de ser cantante uno va buscando su  voz y  tratando de aceptarla. Al principio es más lindo cantar canciones de otros porque  ya sabes de qué forma cantarlas, ya está la guía de la voz: es como seguir el caminito del cantante original. Esa guía con una canción propia no existe, es toda una construcción.

Los primeros años

“Me acuerdo que de chico mi papá me hacía cantar y me fabricaba unos micrófonos caseros con pedazos de plástico y  alambre… y yo cantaba con eso.- rememora el Pato- Cantaba  algún tango que me enseñaban, alguna del Puma Rodríguez”

-¿Te acordás de la primera vez que cantaste en público?

PP- Lo primero que canté fue Puerto Sánchez. De chiquito me aprendía algunas canciones, y una vez cuando tenía dos años mi papá me consiguió para que cante en un festival de folklore de Basavilvaso. Después se publicó un artículo periodístico con la fotito mía…muy gracioso (risas)

-¿En tu casa había música?

PP-Sí. Yo siempre andaba atrás de mis hermanos. Mi hermana estudiaba piano, mi hermano tocaba la guitarra y tenía un grupo de folklore -a los 12 o 13 años- onda Los Chalchaleros y mi otra hermana bailaba danzas folklóricas, algo que se estilaba mucho en la primaria en esa época.

-¿Y qué escuchabas?

PP-Me acuerdo que cuando tenía 5 o 6 años compartía habitación con mi hermano y él tenía una antena que  captaba la Rock&Pop  perfecto. Escuchábamos  música internacional de los 80: Men at Work; Aha….bandas que yo no conocía por su nombre y que  recién hace pocos años volví a escuchar y a enterarme de quien eran las canciones. Después  mis hermanos empezaron a escuchar los Redondos y eso se metió fuertemente, tanto que fuimos un par de veces a verlos con un amigo. A partir de los 13 escuche mucho Guns&roses…te diría que casi exclusivamente (risas), y después seguí con Metallica; Nirvana, Divididos.

Y cuando fuiste creciendo se ampliaron tus gustos…

PP-Claro. Ya de grande me gustó mucho Kevin Johansen durante un tiempo, y gracias a el –porque lo tenía de invitado en su disco en vivo en Bs AS (2010) - lo escuche por primera vez a Fernando Cabrera,  entré a bichijearlo y me partió la cabeza... eso después me llevó a Mateo  y de ahí a Jaime Roos, Zitarroza, Yupanqui, Linares Cardozo... compositores que escriben de cosas universales. Y del palo del rock también tengo como referentes a  los dos Bob y los dos David:(risas) Bob Marley y Bob Dylan; David Bowie y David Byrne (líder de Talking Heads).

Libros libres

-Contame lo que leés

PP- Arranqué leyendo a Dolina porque lo escuchaba siempre en la radio, y me leí varios libros suyos. He leído a Cortázar; Foucault (tengo los manuales de la Historia de la sexualidad); Eric Frattini,(1963; Lima, Perú) un tipo que hace periodismo de investigación y que escribió Los espías del Papa, que cuenta de los espías desde 1500 hasta Benedicto 16... un golazo

-Bien variado, no?

PP-Sí. Me gustan mucho los cuentos: Kafka, Borges, Cortázar.  No soy un gran lector, pero por ahí se me despierta la curiosidad… y como me gusta escribir siento que es una recontra vía de alimentación, de encontrar referentes. Me sirve también para  descubrir qué a veces uno piensa  igual que otra gente, tan lejana en el tiempo y tan distinta.

-¿Entre tus lecturas hay alguien que te haya conmovido mucho?

PP-Me ha pasado algo raro con Joseph Conrad, de quien solo leí  El corazón de las tinieblas (1899), la novela que inspiró Apocalipsis now (1979). No soy fan del director  (Francis Ford Coppola) pero me parece que esa película es una joya  cinematográfica y la lectura del libro - experiencia que yo no había  tenido hasta  ese momento-  realza el conocimiento final de la obra, el goce como espectador

Musics & friends   
                  
“Yo entre a tocar la guitarra en Mil mangas en el 2003, a poco de formarse la banda, y como tocábamos temas propios enseguida empecé a aportar canciones mías, a hacer coros y a cantar a veces  para  que descanse la voz líder. Y ahí le empecé a tomar el gusto a componer y a subirme a un escenario.

-¿Hasta cuándo siguió Mil mangas?

PP- Hasta  el 2009 de manera permanente (ahora de vez en cuando se organiza un show y nos encontramos a tocar, porque somos amigos). Ya en 2011 nos empezamos a juntar con algunos ex compañeros (Leo Ricotti y el Nene Bonnin) y formamos Bertol Hase, que si bien duró 3 o 4 años no toco demasiado.

Y como decidiste ser solista?

PP-En el 2015 me invitaron a cantar con la Bertol y yo tuve que decir que  la banda no seguía en actividad, pero me ofrecí a tocar unos temas míos, solo con la guitarra.  A partir de esa presentación - que fue algo muy chiquito- sentí que estaba extrañando  el escenario,  que estaban esas canciones y que las podía cantar desde ese formato de canciones peladas. Pensé  que eso me iba  a permitir estar donde yo quería estar; decir las cosas que yo quería decir y me parecía que era necesario para mí. Y que de algún modo también estaba cumpliendo un rol….que yo también era necesario de alguna manera.

-¿Tenés ganas de grabar otro disco?

PP-Por ahora yo no renuncio a la idea del disco físico….la otra vez escuché a Santaolalla que lo daba por muerto, pero yo soy un enamorado del objeto disco y mientras pueda quiero tener los míos: los comprados de los artistas que me gustan y los grabados con mis canciones.

Pato Pérez en Bandada en la Fiesta de la Playa 2020
¿Cómo te parece que  seguirán las cosas cuando termine esta época de cuarentena?
PP- Pienso que retomaremos los ensayos en cuanto se pueda. Con la banda estábamos metiéndonos en la etapa creativa, en  canciones nuevas sobre maquetas ya definidas. Tengo unas 15 canciones sobre las que trabajar.

-¿Qué proyectas de acá en adelante?

PP-Me gustaría planificar algo con la banda y concretar esos planes, tocar en vivo….son cosas muy simples, pero en el escenario en el que vivimos hoy se volvieron complicadas. Es que el modo cuarentena te regula las luces bajas en muy bajas….llegan hasta el paragolpes y un poquito más.(risas)

Pato Pérez en Bandada: Pato Pérez (voz y guitarra); Cristian Godi (bajo y voces); Lupe Hegglin (voces); Alejandro Locker (batería)

Para escuchar Era un cuento podés hacerlo en Spotify (click aquí)  o Youtube (click aquí)