martes, 23 de junio de 2020

Mi amigo Da Sil


Amigo, poeta, murguero
 por Javi Kolker
Este es un momento triste, pero la historia, nuestra historia, está llena de momentos alegres. Imposible pensar en Carlitos  Da Sil –así me gusta llamarlo- sin alegría.
Y nuestra historia junto a él empezó así. A mediados del 2015 una compañera de la murga me vino a decir que lo invitara a Carlitos: “Es afinado –dijo la Vero- y le gusta cantar. Seguro te dice que sí”. Yo intuía que la cosa no iba a ser tan sencilla como ella la pintaba pero igual le escribí por Facebook. Necesitábamos segundos (los que cantan grueso vio?) y aunque éramos amigos en las redes no nos conocíamos en la vida real. Pero como vaticinó la Vero, y a pesar de mis prejuicios, Carlitos dijo que sí.
Como se dice en el boxeo, los primeros rounds fueron de estudio. El tipo me observaba y yo también a él y al mismo tiempo tratábamos de agradarnos. Años más tarde, ya amigos de verdad, un día me soltó de golpe: “Mira que me animé a venir Javi Y eso que me habían dicho que eras la mano derecha de Hitler”; a lo que no tuve otra opción que responder: “Ahora sabes que te estaban diciendo la verdad” y soltamos la carcajada.


Con todo respeto

  Cuando Da Sil se incorporó al Guachazo estábamos ensayando nuestro quinto espectáculo, Con todo respeto, y ya faltaban tres o cuatro meses para estrenarlo. Así que el muchacho tuvo que hacer un curso acelerado de murga (o mejor dicho del Guachazo) y comprometerse a venir a todos los ensayos, cosa que cumplió a medias… pero ya nos había ganado el corazón.
Cuando llegó el momento del pre-estreno - que se hizo en una escuela de Larroque, un evento que organizaban para recaudar fondos- se dio una situación que lo pinta de cuerpo entero: un ratito antes de subir a cantar Carlitos me llamó a un costado y me dijo con su mejor cara de preocupación: “Javi, me olvide de todo! De las letras, de la puesta en escena... estoy descompuesto”. “Cuando te subas al escenario te vas a acordar y se te van a pasar todos los dolores... quedáte tranquilo” le dije entre risas. Al ratito de subir ya se había olvidado de sus miedos y se abocaba a lo que mejor sabía hacer: disfrutar a pleno y poner el cuerpo y el alma en lo que le apasionaba.


Leonard Floyd

  Otra cosa que le apasionaba era hablar de sus músicos preferidos: Pink Floyd y todo lo que derivara de la banda (Roger Waters y David Gilmour como solistas) y Leonard Cohen. Se entusiasmaba a lo loco contando detalles de sus vidas, de cómo se habían grabado los discos, de a quien estaba dirigida tal o cual canción. Como sabía que a mí también me gustaban esos artistas -aunque no con su mismo fervor- buscábamos los momentos para hablar... en los ensayos. Así que más de una vez fuimos apercibidos por la directora para que hagamos silencio, con justa razón.
Tuve la fortuna de hacer un precioso viaje para ver a David Gilmour en Buenos Aires, junto a mi compañera, él y Carlos Arlettaz y no creo equivocarme si digo que disfrutamos más del propio viaje que del recital, que terminamos viendo en la pantalla más que en el escenario.  


Hijos y crianzas

  Un tema que siempre aparecía en las charlas era el de sus hijos, por los que tenía devoción. Siempre tratando de ayudarme con los míos, de aportarme su mirada y su experiencia en la crianza, en la convivencia. Más de una vez antes de ensayar recibíamos un mensaje: “estoy con los gurises –podía ser uno o los 4- pueden ir conmigo?. Se portan bien”... y así venían y se quedaban sentados a un costado y a los pocos ensayos la Luchi estaba cantando las letras y hasta bailando con una sonrisa preciosa.
Una vez charlando en casa –hace no tanto tiempo- nos contaba una anécdota como solo él podía contarla: “Resulta que Ezequiel me pide plata para cortarse el pelo y le doy $100. Ahí nomás me dice que necesita $300... ¿300?? le digo... yo me corto por $50... Vos podes creer que levanta los ojitos y me mira la cabeza... y no me dice nada. Pero solamente con esa mirada me estaba diciendo... y claro! con razón te cobraron $50”! Y ahí estuvimos tentados un rato largo, sin poder parar de reírnos.


Murga alma y vida

  Hemos conversado con varios compañeros de este tema, largo y tendido. En el Guachazo suceden cosas intensas, fuertes... tanto que el tiempo pasa lento y a lo mejor dos años parecen muchos más. Son horas de ensayos, horas de pintarse antes de los shows, horas de hacer trajes...en muchas ocasiones los vínculos que se crean son más fuertes y rápidos que en otra actividad. A veces parece que te conoces de toda la vida y no es así.
Da Sil participó en solo dos espectáculos de la murga, pero nunca se fue... siempre estaba llegando como Troilo. No se fue del grupo de Whatsapp; no se fue de los cumpleaños, ni de los festejos, ni de los estrenos.  Todos los años volvió a ensayar, y la vida no le dejó tener continuidad... Por suerte siempre quedó claro que podía volver cuando quisiera y de la forma que quisiera.
Es que para estar en Manso Guachazo es necesario comprender que el trabajo es siempre colectivo, nunca individual. Que lo importante es el grupo, nunca el lucimiento personal. Que hay que poder sostener abajo del escenario lo que se pregona desde arriba. Eso es lo que pedimos, aunque no de manera explícita (no se le entrega un manual de reglas al que llega, pero con el andar se va aprendiendo que es lo que queremos como grupo... y no a todos les gusta esa forma y esa exigencia).
Carlitos lo entendió siempre, sin esfuerzo y sin necesitar explicaciones de ningún tipo. Era uno de los nuestros, por eso no es casual –y si es un orgullo- que en estos días recibamos mensajes de montones de gente, saludándonos como si fuéramos su familia... y de alguna forma lo somos, porque los amigos son la familia que se elige y porque siempre recuerdo lo que un día me dijo: “voy a ser un guachazo toda la vida, Javi”.


Amistades bellas y fuertes

  No soy de romantizar la muerte. No creo que mejore a las personas. Cuando lo fui a visitar por última vez, sentados en el patio en reposeras -“veni Javi tengo yerba uruguaya” fue el mensaje- me dijo que nunca se les había ocurrido –así, en plural- ponerse a llorar, ni entregarse.  Le dije que admiraba su valentía y me preguntó “te parece que soy valiente?”.
No me quedaron cosas en el tintero. Hace rato que cada mensaje terminaba con un “te queremos mucho, amigo” y el nos respondía igual. No hizo falta la enfermedad para que pudiéramos expresar nuestros sentimientos.
Ese día que fui a su casa yo estaba en la bicicleta, y había llevado la guitarra para cantarle una canción que escribí sin saber por qué –como siempre me pasa- pero que resultó ser para la gente que lucha, para la gente como él. Se la canté con toda la timidez que me produce el cantar cara a cara, para poca gente. Me dijo que le gustaba para canción final de murga. Esta es la letra.

A tu salud

Los sueños que aprendimos a soñar
El árbol que plantamos en el campo
La vida que germina una vez más
Y siempre vamos a brindar nuevamente a tu salud

Los juegos que aprendimos a jugar
La fuerza para nunca entregarse
La risa que germina una vez más
Y siempre vamos a brindar nuevamente a  tu salud

Con la alegría como estandarte
La vida siempre será mejor
Con el abrazo de los que amamos
Y la belleza de la canción

Tengo muchas más historias para contar, muchas vivencias compartidas y una tristeza que no sé como sacarme de encima. Me enojo con el destino, me enojo con el mundo y no me enojo con Dios porque no creo que exista... pero veo la fortaleza de su compañera, de sus hijos, de su familia y no puedo menos que pensar lo afortunado que soy de haberme cruzado en la vida con una persona como Carlitos Da Sil. Abrazo fuerte amigo... te vamos a extrañar siempre.


Algunos de sus compañeros de murga y amigos, quisieron dejar algunas palabras para Carlitos.





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