martes, 18 de agosto de 2020

Redondos en Santa Fe 1996

Viajes son amores

Hoy les quiero contar una historia que me sucedió cuando tenía apenas 25 años y ya me sentía viejo. Recuerdo que se estaba terminando el 96, era un diciembre agobiante en Buenos Aires y yo vivía ahí. El aire chorreaba humedad y bastaba con poner un pie en el subte para adelgazar varios kilos, metafóricamente hablando.

En ese entonces tenía una changa de cadete de tres o cuatro veces a la semana y caminaba 50 cuadras –o más, según el día- siempre con el walkman calzado y sintonizado en la Rock&Pop. Me conocía de memoria la música que pasaban y escuchaba con pasión los programas de Mario Pergolini y de Juan Di Natale, sin sospechar que años más tarde me iba a dar urticaria de solo oírlos nombrar. Es que la misoginia y el machismo que irradiaban tanto en la radio como en CQC hoy resulta tan retrógrado como los gags de Olmedo o Francella. Así y todo, gracias a la radio conocí mucha música a la que me hubiera costado llegar de otra forma: Morphine; Melingo; Willie Crook; Mano Negra; Los Visitantes y Los Piojos entre otros tantos.

Con Mauro a los 15

En ese tórrido diciembre me rapé la cabeza con la excusa del calor, pero algo estaba sucediendo conmigo indudablemente. Los sábados a la noche nos juntábamos a tomar algo con Mauro (alias Huguito); Breto y el Guille, mis amigos de siempre con los que todavía nos encontramos cuando la vida lo permite. Mauro y Breto siguen viviendo en Bs As, Guille en Madrid y quien suscribe en Concepción, así que es bastante difícil que podamos vernos los 4 – cuando estamos todos, más nuestras compañeras e hijos somos como 15 gentes-  pero a principios de 2019 lo conseguimos y fue una fiesta. Con los amigos de verdad siempre parece que uno se vio ayer, aunque hayan pasado siglos.


Blues de la libertad

Pero retomando el hilo, –y los que me conocen sabrán que lo retome demasiado rápido- en uno de esos sábados de whiscola y cerveza surgió la idea de ir a ver a los Redondos, que tocaban en Santa Fe el sábado 28 de diciembre. Al Guille no le entusiasmó la idea porque era el menos interesado en la música, pero nosotros tres nos embalamos enseguida. 

Los 4 amigos a los 40

Mi problema era que ya tenía mi entrada para ver a Los Piojos en Obras el día anterior -la presentación de Tercer Arco, un disco que escuchaba todo el tiempo- y los gurises querían viajar el viernes: pero acordamos que ellos me buscarían el sábado al mediodía en la terminal de Santa Fe y le metimos para adelante.

En esta época sería toda una osadía, pero en ese momento era lo más normal del mundo quedar en encontrarte en un lugar y realmente encontrarte. Sin celulares, sin ningún dato más que esa terminal y un horario aproximado, en una ciudad desconocida para los tres. El asunto es que fui a ver a Los Piojos el viernes y el sábado temprano me tome el ómnibus a Santa Fe, para ver a los Redondos que tocaban Luzbelito, pero más que nada para estar con mis amigos.    

Así es el calor

Cerca del mediodía llegó el ómnibus y los chicos estaban en la terminal sentados muy orondos, esperándome. Entre abrazos y preguntas sobre el show de los Piojos salimos caminando y enfilamos para la playa. Quien no haya estado nunca en Santa Fe desconocerá que allí la temperatura en verano es tremenda y la humedad no se queda atrás, tanto que supera largamente a lo que estamos acostumbrados en Entre Ríos o Bs As.  Por supuesto que eso no nos amedrentó: compramos pan, jamón y queso y cerveza y nos instalamos en la playa a comer, beber y conversar.

Los gurises habían conseguido alojamiento en una pensión deprimente a la que fuimos solo a dormir, y en la que amenazamos a Huguito con encerrarlo en el ropero a causa de sus ronquidos. Del show no recuerdo demasiado – ya pasó demasiado tiempo- pero sí sé que estuvo muy bueno: los Redondos recién habían pasado a la fase estadios, y era mucho mejor que lo que luego fueron esos shows monstruosos del Indio, que todavía cantaba súper bien y  nos hacía delirar con esos pasitos y giros encantadores que desplegaba con tanta gracia –y a cuentagotas- sobre el escenario. A contrapelo de lo que se decía en los noticieros para doñas y doños, en el lugar se respiraba una alegría contagiosa y los pogos eran solidarios de verdad, con la mano tendida que socorría rápidamente al que caía en el fragor del baile.

Seguramente todo habrá terminado con Jijiji y habremos desandado el camino al centro entre borrachines que celebraban haber sido parte de esa fiesta popular. Seguramente seguimos tomando vino malo y ya bastante ebrios habremos decidido dormir la mona, colorados por el sol santafesino y felices de haber celebrado una vez más la música y la amistad. Hasta la próxima croniqueta!!!!



martes, 4 de agosto de 2020

Quillén Muñiz, músico

Las armas secretas de Quillo


La tarde esta soleada y tranquila, casi primaveral en este invierno atípico. Quillén Muñiz, más conocido como Quillo, está sentado en un patio, rodeado de plantas y adornos,  sosteniendo con ambas manos una guitarra eléctrica con reminiscencias beatles. La tapa de su Ep Armas secretas para canciones tranquilas refleja esa situación de relax cuarentenal en su ciudad, Concepción del Uruguay. De la música y de la vida en general conversamos en el Random de hoy.


Music home

-¿Cuál fue tu primer contacto con la música?

Q- El primer contacto fue más visual que auditivo. En mi casa siempre se escucho música, principalmente porque mis padres además de ser arquitectos son artistas aficionados: mi vieja pinta y mi viejo toca la guitarra.

-¿Tenés algún recuerdo puntual de ese acercamiento?

Q- El recuerdo que tengo es el de estar eligiendo entre los discos de vinilo de mis padres, y prestarle atención a la tapa más que a la música. Yo supongo que me debe haber impactado el tamaño del vinilo cuando tenía 2 o 3 años… Me acuerdo de un disco de Piero, - Que generosa sos mi tierra- que tenía una tapa muy colorida, con un arco iris enorme y de otro de La máquina de hacer pájaros con una tapa de historieta: los elegí y me senté a escucharlos. No los puse como música de fondo para hacer otra actividad, sino que me senté en la alfombra del living a escuchar cada disco, a mirar la tapa, el movimiento de la púa sobre el vinilo. Lo sentía como una ceremonia, ya fuera con mi viejo o solo, siempre dándole mucha  importancia.

-¿Qué era lo que más sonaba en tu casa?

Q- Se escuchaba mucha música en inglés. Mientras trabajaban haciendo planos mis viejos ponían discos y yo andaba correteando por ahí (risas)… Recuerdo que sonaban mucho Los Doors, Pink Floyd, los Beatles y Zeppelin… Esa música fue la empezó a marcar mis gustos, y no se fue más…  aunque sea la de mis padres, aunque sea de otra generación.

-¿Te acordás de algún disco en especial?

Q- Hay un disco de los Beatles (at the Holywood bowl) que si lo pones hoy es algo horrible. No se pueden escuchar las canciones por los gritos del público, por las chicas enloquecidas: se ve que eso me atrapaba, me hacía preguntarme que estaría pasando sobre el escenario para que la gente grite tan descontrolada (risas)


Espíritu adolescente


-Y cuándo fuiste creciendo, ¿cómo evolucionaron tus gustos musicales?

Q- En los primeros 2000 yo era adolescente, y en ese momento salieron al ruedo bandas bien guitarreras como The Strokes, White Stripes, Kings of Lion, que fueron mi gran influencia…gracias a ellos agarré la guitarra y empezar a tocar sobre los discos. Era muy fan de los Strokes y de unos uruguayos que se llamaban Astroboy. Y años después termine tocando  con el guitarrista de Astroboy.

-¿Hay alguna banda argentina que te haya influido?

Q- Yo escucho principalmente música en inglés, pero si tengo que nombrarte  una banda nacional es Manal: la influencia no viene por el lado de la música, más bien de las letras. Me siento identificado en la manera de describir cosas del día a día, de mencionar calles que te cruzás, como la canción Avenida Rivadavia por ejemplo.

-¿Qué relación tenés con los libros?

Q- En esta cuarentena no estoy leyendo nada, porque me vine a Concepción por 15 días y ya estoy hace 4 meses. Cometí el tremendo error de no traer ningún libro. Leo mucho Nick Hornby, un escritor inglés que se mete bastante con la música: lo último que leí de él es 31 canciones, donde el tipo hace una especie de autobiografía a través de las canciones que elige. No son las mejores, ni las que más le gustan, sino las que relaciona con momentos importantes de su vida: cuando nace su primer hijo, cuando lo deja su primera novia. A la lectura también la relaciono con la música, que es mi vida: leo biografías de artistas como Lou Reed, Neil Young, Jeff Tweedy, etc.


En banda


-¿Cuál fue la primera banda en la que tocaste la guitarra?

Q- A los 15 años  armamos Casanova y fue una linda experiencia. Aprendimos un millón de cosas, a los golpes la mayoría de las  veces porque no había tanta información como ahora, no era tan fácil acceder a Internet, ni tenías un afinador en el celular (risas)…tocábamos bastante y hacíamos nuestras canciones. Cuando terminé la secundaria me fui a vivir a Buenos Aires, y un tiempo a La Plata también y siempre estuve en bandas de rock, tocando la guitarra y haciendo algunas voces.

-¿Y qué pasó con Casanova?

Q- Somos amigos desde chicos, pero en un momento dejamos de tocar porque se había vuelto  desgastante y preferimos disolver la banda a terminar peleados (risas). Sigamos siendo amigos, juntémonos a comer… Después de varios años con Juan Sito -que era compañero de banda y es un hermano de la vida y de la música- decidimos armar un proyecto para seguir creando juntos que se llama Kimo Fander. Como él vive en Concepción y yo en Buenos Aires hacemos canciones online, y así pudimos sacar un EP hace poco más de un año. Es algo totalmente lúdico, sin ninguna pretensión, ni siquiera es necesario tocar en vivo. Es un juego para no cortar esa relación musical de tantos años.

-Contame un poco de tus bandas de Buenos Aires

Q- En Buenos Aires estuve en Eléctricos asesinos, Valles (que está en un descanso, pero espero que vuelva) y ahora estoy en Deportistas. Con esto de la pandemia esta todo super frenado, pero igual estamos trabajando en un video y una canción, cada uno filmando y grabando desde su casa. Y yo trabajo desde acá mezclando y masterizando.

-¿Y cómo surgió la idea de hacer el EP Armas secretas?

Q- Mi novia (Marianela Alarcón) tenía un par de letras guardadas desde la adolescencia que nos sirvieron para las canciones: hablaban de volver a las raíces y justo coincide que nosotros vinimos de Buenos Aires para hacer la cuarentena, para estar más tranquilos, en contacto con nosotros mismos y no tan envueltos en el barullo de allá.

-¿Cómo está conformado Armas secretas?

Q- Hay cosas diferentes. Una de las canciones se la mandé a un amigo de Chicago (Marty Kaleta), con una letra en español, y el la tradujo al inglés y la cantó. Las otras dos las hicimos con Marianela acá. Me encantó aprovechar el tiempo libre para hacer este EP solista, que de solista no tiene mucho porque invite a muchos amigos.

 

Quillen Muñiz tiene 29 años y es guitarrista, compositor y técnico superior en sonido. Participó en bandas de rock como Casanova; Eléctricos asesinos, Valles Deportistas y Kimo Fander. Hace pocos meses edito  el Ep Armas secretas para canciones tranquilas.


Para escuchar:

Armas secretas para canciones tranquilas

Kimo Fander

martes, 28 de julio de 2020

Recordatorio de para que escribir


Para que escribir
por Javi Kolker

Escribir aun cuando no  se quiera escribir
Para decir que
No se quiere escribir
Que no tengo ganas de seguir
Tirando piedras al viento

Pelear contra los Sancho Panza que
No son buenos
Pero se hacen
Tener ganas de gritarle en esas caras sonrientes
Deja de hacerte
ya sabemos que no sos bueno

pero esa no es la verdad:
no es que sabemos
es que yo se
y algunos más saben (mos)

pero no queremos decirlo en voz alta
lo murmuramos
entre unos pocos
y a veces ni a eso nos animamos

No queremos pelear contra los Sancho
No porque les temamos
Sino porque
No tiene sentido

Porque ellos saben hacer equilibrio entre
La basura
Porque nosotros de carne somos
Y ellos de basura son

Pero igual peleamos
Porque no hay otra cosa para
Hacer
No es cuestión de andar entregando(se)
Lo poco que queda

Dejar en sus manos la palabra
Para que la maltraten
No es una opción

Hay que dejar sentado que
Podemos
Hacer las cosas bien
Desde un lugar al que
Ellos
No pueden llegar

Un lugar desconocido
Que se les perdió
Un lugar
Al que nunca accedieron
Ni accederán

Sensibilidad es una palabra
Extraña
Que no existe en sus diccionarios

Y duele cuando vos les crees
Cuando compras fruta
Podrida
Y caes en trampas para hombres
y mujeres
Que ponen las ratas

Si vivimos en el reino
Del revés
Como diría María Elena
No la de los
Argento
Sino la prima de Rodolfo

Cora pero si yo te quiero
Turra mía
Dice el Polaco en Sur
Mientras el bandoneón lo lastima
Y uno se resigna
Y baja la cabeza

Y sale a andar
Lastimado
Dolorido por no poder hacer
Que el mundo sea
Mejor

Porque uno se da cuenta que no
Alcanza
Y no puede
Y empieza a resignarse

Pero al ratito que
No
Y levanta la cabeza

Y se da fuerzas a uno mismo
Y digo no
Digo no
Como el Sr Flavio en Mal bicho
Pido paz en el mundo
Y que los buenos ganen

Y que los que se hacen
Los buenos
Que sabemos
son tan malos
Como los malos
Sigan tratando de encontrar (se)

Ser quien sos
y respetar (te)
Es el mejor Regalo
Que nos podemos hacer
Y dejar
A
la gente
Que te quiere

martes, 21 de julio de 2020

Mario Lorán, actor


Vida de teatro

Cuando uno se pone a charlar con Mario Lorán se entera que está embarcado en innumerables proyectos que tienen que ver con su profesión de actor. Ahora mismo –por ejemplo- me cuenta del próximo estreno de La Persuasión, una serie que saldrá en la TV Pública y en la que comparte elenco con Arturo Bonin, Susana Cart, Cristina Fridman y Lalo Mir entre otros. De todo esto, de cómo se inició en el camino de la actuación y de muchos temas más conversamos con él en esta entrega de Random.  


Música del alma

-¿Cómo te iniciaste en la actuación?

ML- Mi historia en el escenario es de larga data y en un principio no tenía que ver con la actuación, sino con la música. A mí me gustó cantar desde muy chico, pero por usar mal la voz tuve problemas en las cuerdas vocales hasta que pude hacer foniatría y recuperarme. Y como no quería dejar de pisar un escenario me acerqué al teatro, sin tener idea, ni referencias. Tampoco tenía antecedentes familiares de alguien cercano a la actuación.

-¿Se escuchaba música en tu casa?

ML- Si. Nosotros éramos una familia muy humilde, pero con mucho esfuerzo mis padres pudieron comprar un tocadiscos -un Winco chiquito- en el que se escuchaba la música que le gustaba a ellos: el tango, el folklore –Los Fronterizos, Los Chalchaleros- y yo enseguida me entusiasme con el canto. En la escuela primaria ya tenía un registro vocal muy potente, entonces en los actos las señoritas me ponían a cantar.

-Y también cantabas fuera de la escuela imagino…

ML- Claro. Tengo el recuerdo de cantar en mi casa con un palo de escoba, que lo ponía en un hueco en la tierra, e imaginaba un micrófono. Y de juntar monedas –porque mis padres no me podían dar dinero- para comprar revistas con las letras de las canciones de la época. Te estoy hablando de los años 60, los cantantes de música en libertad: Jhonny Tedesco, Chico Novarro; Nicky Jones, Palito Ortega. Me devoraba esas revistas, las cuidaba como un tesoro, me aprendía las canciones de memoria y cantaba. Cantaba en el patio de mi casa, y cuando mi mamá me pedía algún mandado y salía, por ahí los vecinos me decían que les cantara algo. Siempre me gustó la música.

-¿Y en qué momento te subiste a un escenario por primera vez?

ML- Yo soy de Campana. En esa época no era tan común que en las casas hubiera un televisor, así que las formas de entretenimiento eran los teatros, las ferias de la alegría, donde había concursos, magos, orquestas en vivo… se llenaba de gente. Yo empecé a participar en los  concursos de canto,  y como ganaba seguido no me dejaron participar más (risas). Pero en cambio me propusieron ser cantante estable de ese espectáculo que se hacía todos los domingos… yo era un chico.

-¿Y seguiste con la música?

ML- Sí. A los 12 o 13 años me junte con unos chicos un poco mayores que yo y formamos una banda, que empezó a actuar en los clubes casi todos los fines de semana: hacíamos baladas, rock, canciones de Los Gatos, de los Iracundos. Y además ganábamos alguna moneda, cosa que nunca venía mal. Así fue hasta los 17 o 18 años, cuando tuve que dejar de cantar, algo que sufrí mucho porque cantar era mi pasión.


Tablas

Carmelo, "He visto a Dios" - Teatro Nacional Cervantes
-¿Cómo fueron tus comienzos en el teatro?

ML- En esa época las cosas eran distintas que ahora. No existían talleres ni lugares donde uno pudiera formarse: la única manera era pisando un escenario y tratando de interpretar lo que quería el director. Había que encarar el personaje con la mayor osadía posible y salir al ruedo. Así fueron las cosas no solo para mí, sino para todos los que comenzamos a actuar en ese entonces y para los que ya venían haciendo su camino.   
 
-¿En qué año debutaste?

ML- Yo debuté en el año 75 en una obra llamada Los prójimos, de Carlos Gorostiza, después de peregrinar durante mucho tiempo –más de un año- con el grupo de teatro TIN (Teatro Independiente Nosotros) que dirigía Eugenia Orlegui. Visitaba los ensayos, veía obras de la época  -recuerdo que me impresionó mucho una llamada El lugar (también de Gorostiza) en la que actuaba Negrita Galván, el Negro Alba, Miguel López entre otros- hasta que un día la directora me ofreció la oportunidad de actuar y así empecé.

-¿Si tuvieras que elegir una obra en la que actuaste cual sería?

ML- Creo que todas fueron importantes para mí, por eso sería injusto calificar a una por encima de otra. La gran mayoría fueron producciones independientes -como lo encaramos acá- y en otras ocasiones accedí a través de castings, como cuando actué en el Teatro nacional Cervantes, que es oficial. A veces eso tiene otro sabor, porque generalmente hay mucha gente que quiere esos papeles y si bien siempre la mirada de quien elige es subjetiva, uno compite y si gana es un privilegio.

-¿Nos podes contar de alguna de esas obras a las que llegaste por casting?

ML- Las que más recuerdo son He visto a Dios (2009) y Cien veces no debo (2015), ambas del Cervantes. En He visto a Dios me toco hacer el protagónico –que es muy fuerte, todo gira alrededor de ese personaje- y se presentaron más de 100 actores de toda la provincia para 6 lugares. Obtener ese papel me significó mucho orgullo… uno evalúa su carrera desde otro lugar. Más acá hice Amor de memoria y tuve que investigar la patología del personaje, que tenía síndrome de Korzakoff (es una afección que produce trastornos mentales, afecta la memoria y el aprendizaje, pero involucra también otras funciones cognitivas): fue un reto muy interesante llevarlo adelante y sostenerlo todo el tiempo que duraba la pieza. Ahora el Grupo La llave está subiendo a Youtube varias obras para que la gente acceda más fácilmente, y yo estoy viéndome en trabajos que ya no recordaba tanto, como Filomena Marturano, El enganche –con la que hicimos mucha gira-; El gran deschave o Juana Azurduy, que la pudimos llevar por muchas escuelas de la provincia.

-¿Te planteas objetivos con cada papel?

ML-Sí. Uno de mis propósitos es no repetirme, tratar de caracterizar cada personaje para que se diferencie de los demás.

-¿Como ves tú trayectoria?

ML- Estoy muy feliz de todo lo que he podido hacer. Todo me ha sumado para seguir avanzando y no bajarme nunca de este tren tan hermoso que es la actuación, y lo que he conseguido fue con trabajo, con la necesidad de observar, de aprender. He actuado en teatro principalmente, pero también en televisión, cine y radio: era un objetivo a lograr experimentar en otros lenguajes que son muy distintos entre sí.


Gustos

-¿Qué actores te conmueven?

ML-A nivel nacional el gran actor sin discusión fue Alfredo Alcón, es el que más me ha llegado. Y entre los extranjeros me gusta mucho Al Pacino, me moviliza por su forma sanguínea, casi latina de construir sus personajes.

-Y películas preferidas?

ML-Para mí Cinema Paradiso y La vida es bella son dos obras maestras, no solo por su forma narrativa desde lo cinematográfico, sino también por la forma en que el guionista y el director han adaptado esas historias al celuloide. Cinema es maravillosa, fantástica y casi teatral, mientras que La vida es bella es un canto al amor dentro del horror de la guerra. Nunca dejo de verlas cada vez que puedo.

-¿Tenés algún libro que te haya marcado?

ML- Si bien lo leí hace mucho tiempo, uno de los libros que más me impactó es El viejo y el mar de Hemingway, por el mensaje que deja. Es una obra maestra de la literatura que reúne varios temas trascendentales como lo son la soledad, la muerte, y también habla de cómo la sociedad  mira de costado a los viejos y los trata como desechos. Esa novela hace hincapié en la sabiduría que te dan los años, en la lucha por la supervivencia y por demostrar que uno todavía vale.



Para ver:




martes, 7 de julio de 2020

Román Ríos, cantautor


Coplas del camino
por Javi Kolker

Román Ríos es un hombre alto, de gran tamaño. Si uno no lo conoce su aspecto hasta podría ser intimidante, pero apenas conversa unos minutos su carácter afable confirma que es un gigante bonachón y sensible. Román es parte de la historia de la música uruguayense, ya que integró dos de las bandas más queridas y reconocidas por estos pagos: Sairá y Ensamble.

Días de radio

-¿Cuál fue tu primer contacto con la música?

RR- Que difícil esa pregunta! Es que tengo la sensación de que la música siempre estuvo conmigo. Desde chiquito me gustaba estar cerca de la radio, escuchar las canciones… y cuando empecé la escuela también. Tengo un recuerdo de unos chicos con una flautita a la que le llamaban tonete –que no se si sigue existiendo- mostrándole algo a la maestra de música, y a ella dándoles indicaciones. A mí me llamó la atención y le fui a decir a mi viejo que quería una flauta: como siempre me sacó corriendo (risas). Lamentablemente no tuve el apoyo para estudiar música y lo pude hacer recién después de terminado el secundario. En ese momento me compré una guitarra y empecé a tocar, a aprender canciones, y más adelante me compré un bajo.

-¿Se escuchaba música en tu casa?

RR- Si. En mi casa se escuchaba fundamentalmente tango porque le gustaba a mi viejo y a mi vieja, pero no teníamos equipo de música, ni tocadiscos: había una radio Noblex Carina, que yo creo salvó mi vida (risas). Y el miércoles a la noche era la cita obligada, se detenía el universo a la hora que empezaba el programa de Silvio Soldán en la televisión, - Grandes valores del tango-… era religioso en mi casa. A mí no me gustaba mucho pero lo miraba igual. Me quedaba con ellos acompañándolos y escuchando los tangos, los cantantes, las orquestas.

-¿Cómo es eso de que la radio salvó tu vida?

RR- Claro. Porque durante el día mi viejo laburaba, entonces yo podía usar la radio para conectarme con la música. Y creo que la radio definió mi forma de componer, de armar los repertorios. Me gusta la variedad de estilos y no tanto la cosa monotemática. Con la radio nunca sabes que música van a pasar, con que te van a salir.

-¿Tenías algún programa preferido?

RR-Escuchaba el programa de Sergio Peraza –en la CW35 de Paysandú- que se llamaba Entre nosotros. Creo que toda mi generación le prestaba mucha atención a ese programa porque a los pocos días que un disco salía en Europa, Peraza lo tenía. Pasaban música pop y rock progresivo, desde Yes, Génesis y Emerson, Lake & Palmer hasta Donna Summer o Earth Wine & Fire. Eso me fue formando porque a veces pasaba horas con la radio hasta pescar una canción de los Beatles, o de Stevie Wonder. Además una de las características del programa era que casi siempre cerraba con una canción de los Beatles, así que lo escuchaba hasta el final y después me iba a entrenamiento de básquet. Más de una vez llegué tarde por quedarme a escuchar algo que me volaba la cabeza y no lo podía dejar hasta que terminara.

Guitarra y voz

-¿Alguien tocaba algún instrumento en tu casa?  

RR- Mi viejo tocaba muy bien la guitarra y cantaba lindo también. Lamentablemente no eran muchas las veces que lo escuchábamos porque no tenía instrumento. Había alguna anécdota de sus juventudes donde perdió su guitarra en una pelea, en una de esas pulperías de campo y ahí nunca más quiso tener una. Así que lo escuchábamos en alguna fiesta cuando alguien le prestaba, y el accedía… ahí nos enterábamos que tocaba la guitarra recontra bien: canciones de Falú, cosas elaboradas, instrumentales también. Y mi mamá cantaba muy lindo. Me acuerdo de estar estudiando y ella lavando la ropa mientras cantaba La pulpera de Santa Lucia con una afinación perfecta, muy expresiva. Tal vez a partir de ahí los cuatro hermanos somos cantores. 
     
-¿Qué artistas te impactaron de chico?

RR- Los Beatles. Cuando en la radio terminaba de sonar una canción te decían el nombre y quien era el artista, entonces yo iba seleccionando lo que me gustaba. Un tal John Lennon, un tal Paul Mc Cartney, un tal George Harrison… no sabía quiénes eran, ni que banda integraban, pero me encantaba. Recién en tercer año unos compañeros me dijeron “a vos te gustan los Beatles… mañana vamos a estar en la casa de un amigo con casi todos los discos… si queres venite”. Cuando fui era como tocar el cielo con las manos. Los Beatles fue lo primero que escuche durante bastante tiempo. Me acuerdo que una vez llegué tarde al entrenamiento porque me quede oyendo una música que era como los Beatles, pero cantado en castellano.

-¿De quién estás hablando?

RR- De León Gieco tocando María del campo. Era algo totalmente diferente a lo que había escuchado en castellano; lo que más sonaba era Palito Ortega y ese tipo de música. Lo de Gieco tenía poesía, una sonoridad distinta. Me acuerdo de haber pensado “ah bueno, esto es otra cosa, entramos en otra dimensión, en un mundo paralelo”. Y esos mismos compañeros que tenían los discos de los Beatles también tenían los de León. Esas cosas me marcaron para siempre en mi historia musical.

-¿Y qué fue lo siguiente que escuchaste?

RR- Te lo cuento en el orden que los fui conociendo: Pink Floyd, Génesis, Yes, King Crimson, Led Zeppelin… esos me pegaron fuerte. De los locales Almendra y Aquelarre fundamentalmente, que me parecen de las bandas más importantes que dio el rock argentino y latinoamericano. Tenían algo distinto y no trataban de seguir la huella de todo el mundo para vender discos, sino que hacían algo personal y auténtico. Y tenían cosas para decir, para aportar… algo nuevo.

Lecturas

-¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?

RR-Un día me enteré que se podía sacar libros de la biblioteca de la escuela y llevártelos a tu casa, y ahí empecé a leer los clásicos de la adolescencia: La isla del tesoro; 20.000 leguas de viaje submarino… Tenía poco acceso a los libros -que a veces me compraba mi hermana mayor, que trabajaba- pero me gustaba leer. Cuando terminé el secundario y empecé a trabajar ya me compré mis propios libros. Un día encontré una liquidación en una librería y -guiándome por referencias de mis amigos- me compré algunos libros de Hermann Hesse: Lobo estepario; Sidartha; Demián, que ni sé de qué se trataba, pero me acuerdo de haberlos leído con pasión, atrapado por esas escenas. Jean Paul Sartre también me gusto mucho. Otras cosas que compré -en cambio- no me llamaron la atención, no me gustaron (risas). Pero esos dos autores me cautivaron, y me llevaron a cambiar mi forma de ver la vida y el mundo; la relación con la gente y con los hechos.

Trayectoria musical

-¿Cómo empezaste a meterte en la música?

RR-Llegó un momento en que me cansé de la ingeniería -tenía aprobada un tercio de la carrera- y decidí darle una chance a la música. Empecé con una guitarra que cayó en mi casa, que se la debe haber olvidado alguien y quedó ahí: era un cacho de madera con cuerdas… guitarra era una forma de decirle (risas). Como en esa época ya trabajaba busqué alguien que me enseñara a tocar, y le pedí a Carlitos Tourfiní: él se aprendía las canciones que yo le decía y me las pasaba. Más que nada cosas de Litto Nebbia, de Spinetta… hasta que un día me enseño a sacar canciones por mí mismo y el paso siguiente fue empezar a componer.

-Y armaste tu primera banda.

RR-Así es. Me puse a buscar gente e hicimos Sairá… todo a los guachazos porque yo no sabía nada, ni afinar el bajo. No tenía oído para afinarlo y en esa época no había afinadores, pero era tanta la confianza y las ganas que teníamos que armamos los temas, los ensayamos y salimos a tocar.

-Y después entraste en Ensamble.

RR- Claro. Cuando Sairá se desmembró me invitaron a tocar en Ensamble, y ahí fue otra cosa porque había gente que sabía mucho. Y como tenía que estar a la altura me puse a estudiar con el bajo: Germán (Reynoso) me pasaba ejercicios para hacer con el instrumento y yo estaba horas tocando, hasta que más o menos lo domé. Ensamble debe haber sido el proyecto más importante en el que participé en cuanto a música creada y elaborada. Y hace unos años toqué con un bandoneonista de Concordia, Santos Maggi, que también era un tremendo músico. Pero si me das a elegir yo tengo los mejores recuerdos de Sairá porque fue la primera experiencia: fue todo muy salvaje, muy libre, espontáneo y romántico.

-¿Cómo seguiste después de Ensamble?

RR- Hubo unos años de interrupción en los que deje de tocar. Después volví con mis canciones que es la propuesta que mantengo hasta hoy, al principio con un toque más folklórico, y de a poco volviendo a las raíces.

-Si te piden que le pongas un nombre a tu estilo musical ¿cuál sería?

RR- Folklore urbano, que es una fusión entre folklore y música urbana. Y le digo música urbana a las sonoridades y los ritmos que me remiten a lo que escuche de adolescente: el pop, el rock el rock progresivo.

-¿Cuáles son tus proyectos de acá en adelante?

RR- Quisiera grabar unas cuantas canciones que tengo en carpeta, y por eso estoy tratando de darles un mismo sentido, de unificar un criterio para armar un tercer disco. Me gustaría grabarlo en un estudio con buen sonido y hacer una duplicación industrial, que quede un buen registro. Son las canciones que veníamos tocando con esta última formación, y que hablan de mi manera de ver la vida, el mundo y el sentido de pasar por esta experiencia.


Sairá: Román Ríos (bajo y voces); Cacu Romero (guitarra y voces);  Felipe Chazarreta (guitarra y voces); Daniel Leturia (flauta); Patora Ducret (batería).

Ensamble: Román Ríos (bajo); Germán Reynoso (guitarra, charango y voces); Julia Díaz (voces); Caña de Michele (piano y voces); Carolina Bugnone (flauta traversa); Daniel Quiche (batería). Pasaron por Ensamble además Omar Jara (piano y voces); Cesar Rojas (piano, flauta, voces); Belleza Maddalena (guitarras); Fernando Delorenzi (saxo).

Román Ríos grupo: Román Ríos (bajo y voces); Edgar Urán (guitarra); Rocío Muñoz (voces); Claudio Galván (percusión y voces)

Para escucharRomán tiene dos discos:


  • La vida me queda lejos en Youtube


martes, 30 de junio de 2020

Franco Fiorotto, músico


La trama de la murga

por Javi Kolker
Foto Jose Ca
Franco Fiorotto está sentado en el patio de su casa larroquense, comiendo mandarinas al sol con su sonrisa grande y contagiosa. Se intuye la tranquilidad llenando todos los espacios y el aire puro de su pueblo al que decidió volver luego de varios años de vivir en Concepción del Uruguay, donde  estudió profesorado de música,  dio clases en varias escuelas y participó en la  murga Manso guachazo.


De estudios

-¿Cómo fue para vos irte a estudiar a Concepción? ¿Sentiste mucho el cambio?

FF- Si bien fue un paso grande para mí, creo que no cambió mi forma de ser, mi esencia.  Por supuesto el hecho de ir a vivir a una ciudad nueva, donde no conoces a nadie, es algo así como empezar una hoja en blanco: sos libre de elegir a  tus amigos, de estar con quien realmente te sentís cómodo y entonces el tiempo compartido es importante. Por ahí cuando uno es más chico tiene a sus compañeros de escuela, a sus amigos del barrio, y a veces no importa cómo son (risas) son esos y ya está… Pero me di cuenta de esas cosas con el paso del tiempo, no mientras iban sucediendo.

¿Y en el aspecto musical?

FF- En lo musical si fue un gran cambio, porque la facultad  te abre un mundo increíble, infinito. También conocer gente del ambiente de la música te lleva a investigar estilos que tal vez nunca hubiera conocido de otra manera. 


Infancia

-¿Cuál fue tu primer contacto con la música?

FF-  No recuerdo algo en particular porque siempre  hubo música sonando en mi casa. Mi papá tocaba  la guitarra y nunca faltaban instrumentos alrededor. El cantaba en la iglesia y además cuando volvía de trabajar en la escuela -es profesor de física-química-  todos los días se sentaba a tocar un rato para descargar tensiones  (risas)

-¿Qué era lo que se escuchaba en tu casa?

FF-La banda sonora de la casa era el  folklore: Los Trovadores; los Carabajal; hubo una época muy fuerte de Los Nocheros. Pero mis preferidos eran Víctor Heredia, Jairo , Leon Gieco… también estaba presente el folklore uruguayo: Zitarroza, Los Olimareños, Larbanois Carrero y Quilapayun, Víctor Jara… era muy variado el repertorio (risas)

-¿Alguno de ellos tuvo influencia en tu forma de cantar?

FF-Yo quería cantar como Jairo, buscaba imitarlo y escuché mucho un disco con referencias bíblicas que se llama Estampitas. Ya en la adolescencia me volqué a cantar Spinetta, Charly García, Pastoral, Vivencia, Pedro y Pablo… buscaba cantar agudito y con fuerza.  Y más al final de la secundaria me copé con el rock: Divididos, Las Pelotas, La Renga, Los Redondos… pero el impacto de la voz de Jairo fue muy grande para mí, es una voz que siempre me transmitió mucho.

-¿Lo seguís escuchando?

FF-Lo dejé de escuchar porque no me gustó más ese estilo de música y porque dejé de compartir la cuestión ideológica. En ese entonces empecé a interesarme más en lo que decían las letras y eso me llevó a dejar de lado algunos artistas y prestar atención a otros.

-¿Qué música es la que más te llega hoy?

FF- Hoy en día escucho más que nada murga y varios cantautores uruguayos: Pitufo Lombardo, Pinocho Routin; Jaime Roos; Drexler. De acá me encanta Lisandro Aristimuño; Juan Quintero… Siento que abrí más el abanico y ya no tengo un solo artista como referente. Pero según mi modo de ver, la música uruguaya está en pleno florecimiento, tienen la posta.

-¿Te acordás de la primera vez que te subiste a un escenario?

FF –Para mí el primer escenario fueron las fiestas familiares: somos 18 primos y todos cantamos, entonces los encuentros  siempre  tenían una guitarreada final con voces y bombos, se hacía percusión con cualquier cosa... vasos, platos, tenedores. El único instrumento real era la guitarra. Todos cantan en la familia: mis primos, mis tíos, mis abuelos, mis padres.  Algunos componen canciones; mi hermano tiene su banda (A lo perro) y compone, toca la guitarra… Ahí empieza todo.


Canciones propias

-¿Cómo fue que empezaste a componer?

FF- Al principio hacía música instrumental. Hubo un tiempo en que me dediqué mucho a la guitarra, porque me compré una de luthier (hecha artesanalmente)  que me enamoró, me tenía cautivado y me incentivaba a probar sonoridades y afinaciones nuevas. De todas las cosas que hago lo que me da más felicidad es sentarme a cantar con la guitarra. Recién al tiempo me picó el bichito de escribir canciones.

-¿Antes no escribías?

FF- Yo siempre escribí pero por el solo hecho de hacer trazos sobre el papel, con lapicera… más  allá de lo que escribiera me gustaba esa sensación. Escribía y después tiraba todo (risas) Más adelante me puse a escribir algunos cuentos fantásticos o con algún mensaje… y recién después surgió lo de las canciones.

-¿y la primera canción que escribiste?

FF- La primera canción la escribí en el balneario Itapé, con la guitarra nueva. Me fui una de esas siestas de verano de mucho calor con la libreta en la que siempre escribo. Me acuerdo que no había nadie en la playa, y me salió escribir sobre la gente que vive en la calle, algo que no había visto en Larroque. Siempre hablo de cosas que me apenan o me conmueven de alguna manera… no he podido escribir cosas alegres aún.

-Pero no tenías tu propio grupo

FF- Nunca estuve en una banda fija hasta que me sume a Manso Guachazo en 2011. Y ahí me quedé hasta que volví a vivir a Larroque.


Trama y murga

-¿Cómo fue tu participación en la murga?

FF-La murga me dio la posibilidad de encontrar personas con las que debatir ideas; de decir y  que te digan en la cara cuando no coincidís en algo, de valorar ciertas actitudes. Me gustó más haber participado en ese grupo, con esas personas  que me dieron su amistad genuina, que el hecho de estar en una murga en sí. Lo de compartir un escenario es muy lindo, pero si me tengo que quedar con algo  me quedo con lo que te decía antes: los conceptos que se debatían hacia adentro;  lo que se decía en las letras y el grupo humano. Musicalmente aprendí cuando empecé a participar en los arreglos corales, pero –de nuevo- lo más lindo era juntarse a discutirlo.

-Contanos un poco de La Trama.

FF-Cuando me volví a Larroque formé La Trama y ahora estamos en plena edición de un disco… ya lo tenemos grabado. El disco tiene diez canciones de las cuales 9 son nuestras y yo  compuse  las músicas y las letras.  También grabamos un cover de los Beatles: Eleanor Rigby–que es casi todo instrumental- y que salió hace poquito en las redes.

-¿Cómo es esta nueva etapa?


FF-La Trama es un proyecto musical que estamos construyendo. Yo siento que tengo la responsabilidad de la composición, de la estética, de lo artístico y es un desafío grande, que me costó horrores encarar. Cuando los llamé a los gurises para proponerles hacer una banda transpiré como loco para decirles lo que quería. Necesitaba  que se entienda que iba en serio, que  había que comprometerse  en los ensayos, en el estudio de las canciones.  Ahora  estamos en la búsqueda de mejorar el equipamiento, de ponerle una impronta más profesional a la que estábamos acostumbrados. En ese camino estamos.

Para escuchar


martes, 23 de junio de 2020

Mi amigo Da Sil


Amigo, poeta, murguero
 por Javi Kolker
Este es un momento triste, pero la historia, nuestra historia, está llena de momentos alegres. Imposible pensar en Carlitos  Da Sil –así me gusta llamarlo- sin alegría.
Y nuestra historia junto a él empezó así. A mediados del 2015 una compañera de la murga me vino a decir que lo invitara a Carlitos: “Es afinado –dijo la Vero- y le gusta cantar. Seguro te dice que sí”. Yo intuía que la cosa no iba a ser tan sencilla como ella la pintaba pero igual le escribí por Facebook. Necesitábamos segundos (los que cantan grueso vio?) y aunque éramos amigos en las redes no nos conocíamos en la vida real. Pero como vaticinó la Vero, y a pesar de mis prejuicios, Carlitos dijo que sí.
Como se dice en el boxeo, los primeros rounds fueron de estudio. El tipo me observaba y yo también a él y al mismo tiempo tratábamos de agradarnos. Años más tarde, ya amigos de verdad, un día me soltó de golpe: “Mira que me animé a venir Javi Y eso que me habían dicho que eras la mano derecha de Hitler”; a lo que no tuve otra opción que responder: “Ahora sabes que te estaban diciendo la verdad” y soltamos la carcajada.


Con todo respeto

  Cuando Da Sil se incorporó al Guachazo estábamos ensayando nuestro quinto espectáculo, Con todo respeto, y ya faltaban tres o cuatro meses para estrenarlo. Así que el muchacho tuvo que hacer un curso acelerado de murga (o mejor dicho del Guachazo) y comprometerse a venir a todos los ensayos, cosa que cumplió a medias… pero ya nos había ganado el corazón.
Cuando llegó el momento del pre-estreno - que se hizo en una escuela de Larroque, un evento que organizaban para recaudar fondos- se dio una situación que lo pinta de cuerpo entero: un ratito antes de subir a cantar Carlitos me llamó a un costado y me dijo con su mejor cara de preocupación: “Javi, me olvide de todo! De las letras, de la puesta en escena... estoy descompuesto”. “Cuando te subas al escenario te vas a acordar y se te van a pasar todos los dolores... quedáte tranquilo” le dije entre risas. Al ratito de subir ya se había olvidado de sus miedos y se abocaba a lo que mejor sabía hacer: disfrutar a pleno y poner el cuerpo y el alma en lo que le apasionaba.


Leonard Floyd

  Otra cosa que le apasionaba era hablar de sus músicos preferidos: Pink Floyd y todo lo que derivara de la banda (Roger Waters y David Gilmour como solistas) y Leonard Cohen. Se entusiasmaba a lo loco contando detalles de sus vidas, de cómo se habían grabado los discos, de a quien estaba dirigida tal o cual canción. Como sabía que a mí también me gustaban esos artistas -aunque no con su mismo fervor- buscábamos los momentos para hablar... en los ensayos. Así que más de una vez fuimos apercibidos por la directora para que hagamos silencio, con justa razón.
Tuve la fortuna de hacer un precioso viaje para ver a David Gilmour en Buenos Aires, junto a mi compañera, él y Carlos Arlettaz y no creo equivocarme si digo que disfrutamos más del propio viaje que del recital, que terminamos viendo en la pantalla más que en el escenario.  


Hijos y crianzas

  Un tema que siempre aparecía en las charlas era el de sus hijos, por los que tenía devoción. Siempre tratando de ayudarme con los míos, de aportarme su mirada y su experiencia en la crianza, en la convivencia. Más de una vez antes de ensayar recibíamos un mensaje: “estoy con los gurises –podía ser uno o los 4- pueden ir conmigo?. Se portan bien”... y así venían y se quedaban sentados a un costado y a los pocos ensayos la Luchi estaba cantando las letras y hasta bailando con una sonrisa preciosa.
Una vez charlando en casa –hace no tanto tiempo- nos contaba una anécdota como solo él podía contarla: “Resulta que Ezequiel me pide plata para cortarse el pelo y le doy $100. Ahí nomás me dice que necesita $300... ¿300?? le digo... yo me corto por $50... Vos podes creer que levanta los ojitos y me mira la cabeza... y no me dice nada. Pero solamente con esa mirada me estaba diciendo... y claro! con razón te cobraron $50”! Y ahí estuvimos tentados un rato largo, sin poder parar de reírnos.


Murga alma y vida

  Hemos conversado con varios compañeros de este tema, largo y tendido. En el Guachazo suceden cosas intensas, fuertes... tanto que el tiempo pasa lento y a lo mejor dos años parecen muchos más. Son horas de ensayos, horas de pintarse antes de los shows, horas de hacer trajes...en muchas ocasiones los vínculos que se crean son más fuertes y rápidos que en otra actividad. A veces parece que te conoces de toda la vida y no es así.
Da Sil participó en solo dos espectáculos de la murga, pero nunca se fue... siempre estaba llegando como Troilo. No se fue del grupo de Whatsapp; no se fue de los cumpleaños, ni de los festejos, ni de los estrenos.  Todos los años volvió a ensayar, y la vida no le dejó tener continuidad... Por suerte siempre quedó claro que podía volver cuando quisiera y de la forma que quisiera.
Es que para estar en Manso Guachazo es necesario comprender que el trabajo es siempre colectivo, nunca individual. Que lo importante es el grupo, nunca el lucimiento personal. Que hay que poder sostener abajo del escenario lo que se pregona desde arriba. Eso es lo que pedimos, aunque no de manera explícita (no se le entrega un manual de reglas al que llega, pero con el andar se va aprendiendo que es lo que queremos como grupo... y no a todos les gusta esa forma y esa exigencia).
Carlitos lo entendió siempre, sin esfuerzo y sin necesitar explicaciones de ningún tipo. Era uno de los nuestros, por eso no es casual –y si es un orgullo- que en estos días recibamos mensajes de montones de gente, saludándonos como si fuéramos su familia... y de alguna forma lo somos, porque los amigos son la familia que se elige y porque siempre recuerdo lo que un día me dijo: “voy a ser un guachazo toda la vida, Javi”.


Amistades bellas y fuertes

  No soy de romantizar la muerte. No creo que mejore a las personas. Cuando lo fui a visitar por última vez, sentados en el patio en reposeras -“veni Javi tengo yerba uruguaya” fue el mensaje- me dijo que nunca se les había ocurrido –así, en plural- ponerse a llorar, ni entregarse.  Le dije que admiraba su valentía y me preguntó “te parece que soy valiente?”.
No me quedaron cosas en el tintero. Hace rato que cada mensaje terminaba con un “te queremos mucho, amigo” y el nos respondía igual. No hizo falta la enfermedad para que pudiéramos expresar nuestros sentimientos.
Ese día que fui a su casa yo estaba en la bicicleta, y había llevado la guitarra para cantarle una canción que escribí sin saber por qué –como siempre me pasa- pero que resultó ser para la gente que lucha, para la gente como él. Se la canté con toda la timidez que me produce el cantar cara a cara, para poca gente. Me dijo que le gustaba para canción final de murga. Esta es la letra.

A tu salud

Los sueños que aprendimos a soñar
El árbol que plantamos en el campo
La vida que germina una vez más
Y siempre vamos a brindar nuevamente a tu salud

Los juegos que aprendimos a jugar
La fuerza para nunca entregarse
La risa que germina una vez más
Y siempre vamos a brindar nuevamente a  tu salud

Con la alegría como estandarte
La vida siempre será mejor
Con el abrazo de los que amamos
Y la belleza de la canción

Tengo muchas más historias para contar, muchas vivencias compartidas y una tristeza que no sé como sacarme de encima. Me enojo con el destino, me enojo con el mundo y no me enojo con Dios porque no creo que exista... pero veo la fortaleza de su compañera, de sus hijos, de su familia y no puedo menos que pensar lo afortunado que soy de haberme cruzado en la vida con una persona como Carlitos Da Sil. Abrazo fuerte amigo... te vamos a extrañar siempre.


Algunos de sus compañeros de murga y amigos, quisieron dejar algunas palabras para Carlitos.