Dos hombres de carácter
Por Javi Kolker
Una de las cosas que me han
sucedido desde que soy un recomendador serial de series es que cada vez que le sugiero a un fan de Breaking bad que vea Better
Call Saul, recibo gestos adustos, risitas socarronas y hasta muestras de
desconfianza de su parte. Y lo comprendo mejor que nadie porque yo fui uno de
esos desconfiados.

Entonces, para meternos de lleno
en las aventuras de Jimmy será necesario sacudirnos los prejuicios, no esperar
los guiños que remitan a la historia de Walter White (calma compadres, ya van a
llegar) y dejar que el carisma imbatible de su protagonista nos vaya develando
paso a paso una historia llena de humor, ingenio y tristeza.
Si bien el protagonista (Bob
Odenkirk) se roba casi todos los aplausos marcando el derrotero de lo que fue
Saúl antes de ser Saúl, existen a mi entender dos personajes tan enigmáticos y
cautivantes como el mismo actor principal: estos son Mike (encarnado por un
Jhonatan Banks brillante) ya conocido como
un matón veterano en Breaking bad y Chuck Mc Gill (un Michael McKean que
genera odio) en el rol del hermano mayor de Jimmy.
Mientras Mike se muestra como un
abuelo tierno y amoroso, pero que mantiene al mismo tiempo su dureza, Chuck
ocupa el rol del hermano perfecto, inalcanzable para Jimmy por más esfuerzos
que haga para estar a su altura. La relación entre los hermanos es de lo mejor
que pasa en Better -una gran serie desde donde se la mire- que acaba de
terminar una magnifica cuarta temporada y promete ir a más.

Ozark en cambio es como una chica/o que te enamora de a poco. La trama gira alrededor de Marty Byrde, un asesor financiero que lava dinero para un cartel de droga mejicano y que ante una situación de crisis debe huir con su familia hasta recalar en un pueblito perdido: Ozark. Jason Bateman, además de ser el protagonista, dirige y produce varios capítulos de esta interesante propuesta que ha quedado un poco escondida entre la gran oferta de Netflix, pero que merece la pena verse. ¿Razones? La historia fluye -aunque Marty parezca por momentos una fría maquina de resolver problemas – apoyada en buenas actuaciones y personajes bien delineados como los de su esposa Wendy (Laura Linney in crescendo), la desconcertante Ruth Langmore (una increíble y jovencisima Julia Garner), un predicador evangélico, un matrimonio de traficantes pueblerinos y un agente del FBI dispuesto a desenmascarar a los Byrde. Un párrafo aparte merece Buddy, el veterano que se va metiendo de a poco en el corazón de la familia Byrde a fuerza de cariño y cierta rusticidad cómica.
Por eso y muchas cosas más recomiendo
altamente la visión de estas series ácidas, duras, atrapantes, que cuentan con
una preciosa fotografía y el mérito de no caer en el mal gusto, ni acercarse
jamás a las telenovelas edulcoradas. Salú.